Con eso comenzó una imparable trayectoria de éxito que ha traspasado las fronteras de la música.
El 2 de agosto de 1962, el compositor Antonio Carlos Jobim, el cantante João Gilberto, el poeta Vinicius de Moraes, el batería Milton Banana y el contrabajista Otávio Bailly deslumbraban a Río de Janeiro interpretando en un club por primera vez la canción que haría sombra a todos los demás hitos de la bossa nova.
La simple pero elegante melodía de la Garota de Ipanema pasó por encima de otras más elaboradas como el genial tema “Chega de Saudade”, también del prolífico Tom Jobim.
La letra, escrita por Vinicius por encargo de su amigo Jobim para acompañar una melodía que había hecho poco tiempo atrás, nació con el nombre de “Menina que pasa” pero fue reelaborada dando lugar al título por todos conocido, según explicó el profesor de literatura, melómano y experto en bossa nova Carlos Alberto Afonso.
Fue a principios de los años 60 cuando Vinicius y Jobim dedicaban horas al whisky refugiados en el Bar do Veloso, de la antigua calle Montenegro (hoy Vinicius de Moraes), en el barrio carioca de Ipanema, desde donde espiaban el “dulce balanceo” de las caderas de una jovencita que iba a la playa o a hacer recados.
Tres meses después de la presentación en Brasil llegó el estreno en la famosa sala de conciertos Carnegy Hall de Nueva York donde los maestros de la bossa nova dejarían plantada una semilla que germinaría en forma de disco grabado con el saxofonista estadounidense Stan Getz.
El tema fue grabado en inglés por Astrud Gilberto y fue estirado por la célebre ejecución de Getz hasta algo más de cinco minutos.
“Para conocer la melodía de la Garota no hace falta más de un minuto, pero esa forma maravillosa de interpretarla que tuvo Getz la alargó más que la versión original”, dijo Afonso en su tienda, llamada Toca do Vinicius, situada en el corazón de Ipanema y convertida en un auténtico museo y templo de la bossa nova.
Más tarde, en 1965, Vinicius confesaría que su musa fue una adolescente llamada Helo Pinheiro que gracias a su figura inspiradora disfruta de fama en Brasil y en otros países, se convirtió en actriz de telenovelas, organizadora de concursos de belleza y empresaria.
“Yo nunca contestaba a sus piropos, solo entraba al bar a comprar cigarrillos para mis padres o pasaba por allí para disfrutar de mis días libres al sol”, explicó Pinheiro en una reciente entrevista.
Afonso señaló que la bossa nova influyó en el jazz y no al revés “porque en esa época las melodías de Cole Porter ya estaban desgastadas”.
Para Afonso, también hubo motivos políticos para el impulso que los estadounidenses dieron a la bossa nova ya que la Guerra Fría hizo que quisieran contrarrestar la seductora salsa cubana con música tropical brasileña. “La bossa nova busca lo mismo que el arte renacentista, la perfección a través de la simplicidad”, concluyó Afonso.
En 1967, Frank Sinatra llamó a Jobim, que atendió al teléfono en el mismo bar Veloso que aún puede visitarse aunque reconvertido en restaurante, y le invitó a grabar.
La voz de Sinatra hizo que el tema fuera mas allá de América y llegara al mundo entero.
Ipanema, uno de los barrios acomodados de Río de Janeiro, es hoy un lugar de visita obligada para los amantes del jazz, la bossa nova y la música en general.
En sus calles pueden encontrarse la casa donde Jobim vivió gran parte de su vida, el bar donde se juntaba con Vinicius, y uno de los últimos locales que quedan en la ciudad con programación diaria de bossa nova en vivo.
En Ipanema también está el primer monumento erguido en honor de este estilo musical, un mural que alegra la pared de la estación de metro del barrio, que se comunica por un ascensor con la vecina favela Pavão Pavãozinho y que constituye un encuentro simbólico de la popular samba clásica con la estilizada bossa nova.