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Keane, la banda de rock de Battle, Inglaterra, formada por Tom Chaplin (vocalista), Tim Rice-Oxley (tecladista), Richard Hughes (baterista) y Jesse Quin (bajista), es protagonista de una de las grandes historias de éxito musical de la última década, con éxito tras éxito en su haber desde el lanzamiento de su disco “Hopes and Fears” en 2004, manteniendo su popularidad hasta estos días.
La distintiva voz del cantante Chaplin, la enérgica batería de Hughes, el acompañamiento de Quin y la piedra angular de la música de la banda que es el teclado de Rice-Oxley que más que compensa la ausencia de una guitarra en la conformación del grupo, han dado a la banda un sonido distinto e inmediatamente reconocible que los separa de otros grupos de pop rock.
No era sin razón que los fans de Paraguay y de tantos otros países de la región estuvieran tan emocionados por el paso del grupo por la región, y se puede decir sin miedo a pecar de falta de objetividad que Keane hizo justicia a la enorme expectativa que tenían los fanáticos paraguayos y visitantes de países como Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Colombia y Venezuela que se apersonaron en el Jockey Club.
Desde las 18:00, el hipódromo comenzó a recibir a las personas que llegaban primero en cientos y después en miles. La espera, que transcurrió tranquilamente, animada por la música de DJ Kwak y el entusiasmo que crecía, llegó a su fin alrededor de las 22:00, cuando los británicos saltaron al escenario para el delirio absoluto del público que -según la productora Garzia Group señaló a ABC Color- reunió a unas 18.000 personas.
Sin mediar palabra, comenzó el recital con “You Are Young”, una emocional balada del más reciente disco de la banda, “Strangeland”. Desde este primer tema era imposible no pensar en una verdad: Tom Chaplin es uno de esos pocos artistas cuyas voces suenan en vivo con la misma calidad que lo hacen en un disco de estudio, casi no había diferencia entre el Chaplin que cantaba allí y el que sonaba todo el tiempo en la radio.
“¡Gente de Paraguay, hola!”, exclamó el vocalista ante la emocionada audiencia, entre la que se podían avistar banderas de varios países. “Hay tanta gente, es genial poder conocerlos. ¡Gracias por venir, va a ser un gran show!”, afirmó entre la creciente euforia del público y el humo del escenario.
De lo nuevo el grupo pasó a lo clásico, enloqueciendo a sus fans con la festiva melodía de “Bend and Break”, y luego volviendo a su más reciente lanzamiento con la enérgica “Day Will Come” –que hizo bailar a todos–, donde con un sonido más reservado que el de la grandilocuente canción anterior permitía una mayor apreciación del magistral trabajo de Rice-Oxley en el teclado, instrumento que según contó Chaplin hace el trabajo de la guitarra inexistente en Keane.
Entre agradecimientos al público en español e inglés, y estimulados por el cantante, el público comenzó a hacerse sentir con más fuerza con los potentes coros que acompañaron a la popular balada de la banda “Nothing In My Way”, que dio paso a la locura y el baile con la vigorizantemente alegre y movediza “Spiralling”.
“¡Gracias por hacernos sentir tan especiales! ¡Qué gran lugar!”, decía un carismático Chaplin, causando un estruendo de miles de voces con cada alocución a su público, al que pedía que con cada canción sean “más ruidosos”.
Siguió “We Might As Well Be Strangers”, una balada lenta del primer disco de la banda acompañada en su primera mitad solo por el teclado, que el público de nuevo entonó –entre aplausos y gritos femeninos– como un himno. “Hermoso”, dijo Chaplin sobre el canto de los fans. Y de nuevo hicieron un salto del pasado al presente inmediato con el éxito “Silenced by the night”.
“Si les gustó la anterior canción, les va a gustar aún más esta”, adelantó el cantante antes de que el Jockey Club explotara con las primeras notas de “Everybody’s changing”, ese súper hit radial de “Hopes And Fears” y uno de los más grandes éxitos de la carrera de los de Battle. “Estamos tan contentos de estar aquí”, dijo Chaplin, sorprendido ante la respuesta de su público. “No sabíamos de esto, tenemos tantos fans en Paraguay…”.
La balada pop “The starting line” y una más rockera –casi ochentosa– “Again and again” dieron continuidad al show, ejemplo de ese recurso tan característico de Keane de contrastar una introducción musical austera, casi minimalista, con fastuosos coros llenos de potencia y emoción en los instrumentos.
Luego de esa última canción, los músicos dejaron a Chaplin solo en el escenario. “No he hecho esto en años, así que estoy jodidamente aterrado”, confesó el cantante, quien en estos momentos tenía una guitarra acústica en la mano. “Pero sé que ustedes me van a ayudar”.
Así, el cantante interpretó con el solo acompañamiento de su propia guitarra el clásico del grupo “Your Eyes Open”. Hughes, Rice-Oxley y Quin regresarían luego para interpretar “Strangeland”, esa canción con atmósfera casi celestial que da nombre al último disco del grupo; el ritmo lento y simplista de esta canción, que casi sonaba como un salmo que uno escucharía en una iglesia, contrastó satisfactoriamente con la animada y elaborada “On the road”, una luminosa canción donde se hace evidente que los Beatles fueron una gran inspiración para Keane.
Haciendo un “zigzag” entre lo acelerado y enérgico, y lo lento y lírico, la banda siguió la fiesta de la canción anterior con la más tranquila –y de nuevo conducida principalmente por Rice-Oxley y su teclado- “A bad dream”, que a media canción de transforma en una más potente balada de rock. Esa “dualidad” musical se repitió también en la más movida “Perfect symmetry”, que incluso sirvió para que algún corpiño sobrevuele el escenario.
El público volvió a cobrar protagonismo con la emotiva “This Is The Last Time”, otro tema lento que se vio seguido nada menos que por “Somewhere Only We Know”, otro de los éxitos históricos de Keane que Chaplin cantó con una bandera paraguaya en manos, animando en todo momento al público a que lo acompañe con toda la fuerza posible.
“Qué noche mágica, gracias”, dijo el artista.
El recorrido por los “hits” de la banda siguió inmediatamente con “Is it any wonder?”, probablemente el momento más rockero de la noche, que puso a saltar a los miles de fanáticos, mientras el vocalista agitaba la tricolor.
“Esta canción está dedicada a ustedes, la gente de Paraguay, la gente de Asunción. ¡Muchísimas gracias!”, exclamó Chaplin antes de interpretar la muy celebrada “Bedshaped” –y que generó suspiros–, con la bandera antes mencionada ahora atada a la pata del micrófono del cantante.
Con eso los artistas abandonaron el escenario, y por un par de minutos lo único que se movió en el escenario era la bandera que flameaba en su “mástil” ante el viento que soplaba ya con cierta fuerza en la noche asuncena; pocos se lo creyeron, y casi nadie abandonó su lugar. Y efectivamente, pronto los ingleses se hallaban de nuevo en el escenario, respondiendo a los fuertes pedidos de “otra” balada “Sea Fog”, con un cálido teclado y una mínima iluminación.
Las almas del Jockey volvían a vibrar, esta vez con la reciente “Sovereign Light Café”, otro hit mundial de su nueva producción coreado hasta el cansancio.
“Esta ha sido una de las noches más memorables de nuestras vidas desde que estamos en la banda, gracias por hacernos sentir tan bienvenidos aquí”, dijo Chaplin al público, añadiendo para el delirio absoluto de sus fans: “Lamentamos mucho no haber venido antes, pero les prometemos que volveremos muy pronto”.
Dicho esto, interpretaron una enormemente potente versión de su hit perteneciente al segundo álbum de la banda, “Crystal ball”, ante un público extasiado. Saltando, bailando sobre el escenario, entregaron lo que les quedaba de energía a los fans paraguayos que celebraban el recital. La banda de nuevo abandonó el escenario y el público comenzó a hacer lo mismo, pues parecía que ese había sido el clímax –ciertamente tuvo la potencia característica de una canción de cierre de concierto, como lo habían hecho en anteriores presentaciones–, pero aquellos que habían comenzado a irse pronto debieron volver.
“Ustedes definitivamente se merecen una canción más”, declaró el cantante mientras sus compañeros se alistaban, y finalmente se despidieron del público paraguayo con la conmovedora “My Shadow”. Fue cuando, entonces, no pocas fanáticas dejaron caer sus lágrimas en señal de emoción.
El próximo sábado 1 de setiembre, el grupo estadounidense Maroon 5 debe continuar con el festival Asunción Pop, una tarea que repentinamente parece muy poco envidiable, ya que Keane ha colocado el listón bien alto.
Aun alguien que nunca se consideró fan del grupo inglés no puede dejar de reconocer que el primer concierto de Keane en Paraguay fue todo lo que un show debería ser, porque tenía todo lo que debía tener: buenas canciones, energía y empatía.
En palabras del propio baterista Richard Hughes, “sorprendente, asombroso, increíble”.