El “estilo Bolaño” ha traspasado fronteras en todo el mundo tras la muerte del escritor, a través de artículos, poesías, novelas, relatos o discursos; muchos de ellos publicados póstumamente, como “2666”, “El Tercer Reich” o “El gaucho insufrible”.
En su narrativa de ficción, numerosas historias que apenas confluyen entre sí se acumulan a lo largo de un amplio marco espacial, obligando al lector a un ejercicio más activo de lo habitual para asimilar la palabra escrita.
Otra de las constantes de la obra de Bolaño (Santiago de Chile 1953 - Barcelona 2003) son las abundantes referencias filosóficas, literarias, poéticas y cinematográficas, que ha provocado frecuentes comparaciones con otros grandes autores hispanoamericanos como Jorge Luis Borges o Julio Cortázar, con quienes reconocía estar en deuda.
Una de sus obras más aplaudidas, “Los detectives salvajes” (1998) explora los inicios del movimiento infrarrealista, también llamado realismo visceral, desarrollado por Bolaño junto a una generación de escritores en su juventud, que se caracterizaba por el derribo de las concesiones poéticas y límites creativos, a la manera del surrealismo, el dadaísmo y la generación “beat”.
“Los detectives salvajes”, en la que Arturo Belano y Ulises Lima buscan las huellas de la escritora Cesárea Tinajero, desaparecida en México en los años posteriores a la revolución, le valió a Bolaño el Premio Herralde (1998) y el Rómulo Gallegos (1999).
Bolaño pasó su infancia y juventud entre Chile y México hasta que en los años setenta emigró a España y se instaló en Cataluña, lugar donde vivió hasta su muerte y donde labró su reputación en pequeños círculos literarios, en especial por su libro de poesía “Reinventar el amor” o la novela “La senda de los elefantes”.
En las décadas siguientes, el escritor se centró más en su creación poética, con la que colaboraba ocasionalmente en revistas como “Plural” de México o “Trilce”, de Madrid, hasta que en 1996 firmó dos de sus novelas más representativas: “Estrella distante” y “La literatura nazi en América”.
Con esta última, Bolaño construye a modo de enciclopedia una novela basada en una colección de biografías de escritores americanos ficticios simpatizantes con el tercer Reich, entre los que uno prosiguió en solitario sus aventuras en “Estrella distante”.
Sin embargo, la fortuna no le sonrió hasta la publicación, en 1998, de “Los detectives salvajes”, punto de partida para su contratación como articulista en el Diari de Girona y en el periódico chileno Las últimas noticias, con unas columnas recogidas poco después en la antología “Entre paréntesis”.
A lo largo de cinco años, el autor reflexionó sobre devociones y manías propias, pero en especial sobre escritores que respetaba y admiraba, como Günter Grass, James Ellroy, Barry Gifford, Enrique Vila-Matas o Javier Cercas, que incluyó a un personaje llamado Bolaño en “Soldados de Salamina”, como un guiño a su amigo de Chile.
La muerte del escritor un 15 de julio de 2003 propició la publicación póstuma de “2666”, colección de cinco libros independientes que vertebra distintas historias en torno a la ciudad mexicana de Santa Teresa, y que cosechó numerosos premios como el National Book Critics Circle Award, el Altazon o el Fundación José Manuel Lara.
El éxito de “2666” fue especialmente significativo en Estados Unidos, cuando en 2008 la emblemática Oprah Winfrey recomendó la novela en su revista “0”, y también cuando a principios de este mes el productor televisivo Elwood Reid admitió inspirarse en la misma novela para la serie “The Bridge”, adaptación de la europea “Bron”.
El extraño universo reflejado por Bolaño en su narrativa apenas se ha visto reflejado en el cine, con el cortometraje de 2012 “Amberes”, que adapta su relato corto homónimo, y la cinta italiana “Il futuro”, estrenada el pasado 6 de junio con el actor Rutger Hauer, que supone la versión fílmica de “Una novelita lumpen”.