Con la crudeza que caracteriza al dramaturgo italiano, el texto expone la fragilidad afectiva de una mujer que busca amor, pertenencia y estabilidad, pero que termina enfrentándose a un vacío emocional que la arrastra hacia un final desconcertante. A pesar de haber sido escrita en 1986, la historia mantiene una fuerza contemporánea que explica por qué sigue presentándose con potencia en distintos países.
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Para Antonella Zaldívar, el vínculo con esta obra es antiguo y personal. “La obra fue amor a primera lectura 15 años atrás”, recuerda. La descubrió mientras estudiaba en Roma, con apenas 22 años, y desde entonces la acompañó en distintas etapas de su vida. “Cada vez que trabajé con ella fue desde un lugar diferente, primero a los 22 y luego a los 27”, comenta. En esta nueva puesta, ese reencuentro tiene una profundidad distinta, sostenida en un tránsito vital más amplio.
Zaldívar explica que lo primero que la atrapó del texto fue su desenlace: “No voy a mentir, lo primero que me atrapó fue el final. Me impactó y me dejó pensando, así que quise entender cómo ese recorrido llevaba a Anna a ese lugar”. De esa impresión inicial surgió una investigación emocional que aún hoy continúa. “Muchas cosas me conectaron con el texto. Hasta hoy me siento muy identificada en varios aspectos y creo que muchas mujeres se van a identificar también”.
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La complejidad emocional del personaje, sin embargo, exigió un trabajo interpretativo potente. “El mayor desafío fue manejar esos cambios emocionales tan bruscos”, afirma. El personaje pasa del entusiasmo al desencanto, de la ilusión a la obsesión, y esa oscilación debía sentirse verdadera y coherente. También menciona que parte del proceso consistió en aceptar acciones propuestas desde la dirección: “Tuve que trabajar en aceptar e incorporar algunas acciones que me pedía el director y que al principio me costaban. Integrarlas a la interpretación fue otro desafío importante”.
Cuando describe cómo construyó ese viaje emocional, Zaldívar reconoce que parte del proceso es difícil de definir. “Es difícil explicar del todo ese proceso. Hay partes del personaje que ya están en mí”, reflexiona. A ello se suma un trabajo de imaginación que le permitió profundizar en la psicología de Anna. “En el proceso de ensayo y creativo vamos encontrando cosas que van despertando otras. Es una magia muy rara que mezcla intuición, estar entrenada y estar abierta a que el texto realmente te atraviese”.
La vigencia del texto también ocupa un lugar central en su lectura. “Aunque la obra fue escrita en 1986, sigue hablando de temas muy actuales: la necesidad de pertenecer, el miedo a quedarse sola, las expectativas sociales sobre cómo deberíamos vivir y amar”. La actriz considera que este es uno de los motivos por los cuales el público se reconoce en la pieza. “Anna busca seguridad, afecto y un lugar propio, algo con lo que cualquiera puede identificarse hoy. Su deseo de ser vista y valorada, y el costo emocional que eso tiene, sigue siendo completamente vigente”.

En esta puesta, la dirección de Diego Mongelós resultó determinante. Zaldívar señala que el entendimiento creativo con él es profundo: “Con Diego tengo una comunicación muy fluida y una confianza que facilita muchísimo el trabajo”. Lo describe como un “verdadero artesano”, alguien que piensa la obra en capas y detalles: “Es impresionante ver cómo construye la obra ladrillo por ladrillo con un nivel altísimo en el detalle, tomando decisiones que a veces entendés recién cuando ves el resultado completo”.
Uno de los mayores retos surgió precisamente de una decisión suya: unir todas las escenas sin pausas. “Una vez que empieza, la obra no para hasta el final”, cuenta. Para la actriz, esta fue una apuesta arriesgada y muy inteligente, que intensifica el ritmo y mantiene al público en tensión constante. “A nivel actoral, fue un reto inmenso que terminó elevando la propuesta”, afirma.
Con esta nueva encarnación de Anna, Antonella Zaldívar vuelve a una historia que la marcó desde sus inicios, pero ahora desde un lugar de mayor madurez y consciencia artística. Lo que permanece intacto es la fuerza del texto y la capacidad del personaje para interpelar tanto a quien lo interpreta como a quien lo presencia.
Las entradas están a la venta a través de las redes sociales oficiales de @hiloconductor.py o al WhatsApp (0982) 454967 a un costo de G. 100.000 anticipadas y G. 120.000 en puerta. No apta para menores de 13 años.
