El legado científico de Félix de Azara rescatado por el Dr. Jorge Alvar Ezquerra

El académico español Jorge Alvar Ezquerra durante su ponencia en el Auditorio de la Biblioteca y Archivo del Congreso Nacional.
El académico español Jorge Alvar Ezquerra durante su ponencia en el Auditorio de la Biblioteca y Archivo del Congreso Nacional. Pedro Gonzalez

El pasado 18 de noviembre, el Auditorio de la Biblioteca y Archivo del Congreso Nacional fue escenario de un recorrido por la vida de Félix de Azara. De la mano del académico español Jorge Alvar Ezquerra, se reivindicó la figura del oscense que llegó a América para delimitar imperios y terminó sistematizando, con una agudeza sin precedentes, la fauna y geografía del corazón de Sudamérica.

Si uno mira los mapas actuales del Paraguay y sus fronteras, es difícil imaginar que muchas de esas líneas comenzaron a dibujarse gracias a la paciencia y la frustración de un solo hombre.

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Esa fue la premisa central de la conferencia “Félix de Azara: El legado de un naturalista ilustrado”, dictada por el Prof. Dr. Jorge Alvar Ezquerra, quien ofreció una mirada renovada sobre una figura clave de nuestra historia, a menudo recordada solo por nombres de calles o especies, pero rara vez comprendida en su dimensión humana y científica.

El evento, organizado por la Embajada de España y presentado por el Dr. Carlos Navarro Vila, no fue una mera enumeración de fechas. Alvar Ezquerra, con la autoridad que le confiere su trayectoria en la Real Academia Nacional de Medicina de España y su experiencia en medicina tropical, tejió la biografía de Azara conectando el contexto geopolítico del siglo XVIII con la ciencia moderna.

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De los Pirineos a la selva

El conferencista situó los orígenes de Azara en Barbuñales, Huesca, una región de frontera marcada por la tradición militar. Este contexto fue determinante: Azara no llegó a América como un biólogo (una disciplina que ni siquiera existía como tal), sino como un ingeniero militar y brigadier con una misión clara: ejecutar el Tratado de San Ildefonso de 1777. Su trabajo era demarcar los límites entre las coronas de España y Portugal.

Sin embargo, como destacó Alvar, el destino de Azara cambió debido a la interminable espera de los comisionados portugueses. “Esa demora fue la que nos regaló al naturalista”, dijo. Varado en una tierra exuberante y desconocida, sin libros de referencia y armado solo con su capacidad de observación, Azara comenzó a mirar su entorno.

La precisión del observador solitario

Uno de los puntos más altos de la ponencia fue el análisis de cómo Azara transformó el ocio forzoso en un corpus científico. Entre 1781 y 1801, recorrió la frontera del Brasil, el Paraná y el Chaco. Sus “Apuntamientos para la historia natural de los quadrúpedos” y de los “Páxaros” (publicados en París a principios del siglo XIX) no fueron simples descripciones; fueron estudios de comportamiento y taxonomía que, años más tarde, corregirían incluso a los grandes naturalistas de gabinete europeos.

El Dr. Alvar subrayó cómo estas observaciones trascienden la biología básica. Al describir vectores, parásitos y condiciones ambientales, Azara sentó, sin saberlo, bases para la epidemiología y la medicina tropical, campos en los que el propio conferencista es experto.

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El legado vivo del “primer cartógrafo”

No se podía hablar de Azara sin mencionar su obsesión por la geografía. Las gráficas presentadas durante la charla mostraron la magnitud de su obra cartográfica: desde el mapa general del Paraguay y la provincia de Buenos Aires, hasta los planos de Asunción y los mapas de la frontera con el Brasil. “Observando la enorme extensión de mi Carta se podrá comprender que no ha podido ser levantada... por un hombre solo”, citaba una de las diapositivas, revelando la humildad y la titánica labor del aragonés.

Hacia el final de la conferencia, el recorrido biográfico nos llevó de regreso a Europa. Tras la muerte de su hermano José Nicolás y su rechazo al cargo de Virrey de Nueva España, Azara se retiró a su tierra natal para organizar sus escritos, dejando un legado que tardaría décadas en ser completamente valorado en España, aunque fue celebrado tempranamente en Francia.

La presentación cerró la velada con una reflexión necesaria: la ciencia hispanoamericana tiene en Azara a un gigante que observó el mundo con ojos nuevos, “lleno de arrugas y verrugas”, describiendo la realidad tal cual era, lejos de las fantasías europeas de la época. Una lección de rigor y curiosidad que, dos siglos después, sigue vigente.