El último adiós a Jesús Pérez: aplausos, música y memoria en el Teatro Municipal

La tarde del domingo 10 de agosto, el Teatro Municipal “Ignacio A. Pane” se transformó en un escenario de emociones sentidas para despedir a uno de los grandes del arte paraguayo: Jesús Pérez, quien falleciera ayer. Artista, docente, admirado y amado padre, recibió el aplauso extendido de quienes fueron a despedirlo y recordarlo.

Con música y arte se despidió al gran actor paraguayo Jesús Pérez.
Con música y arte se despidió al gran actor paraguayo Jesús Pérez. Pedro Gonzalez

Afuera, sobre la vereda, coronas de flores de todos los tamaños anunciaban la magnitud de la pérdida. Adentro, en el hall, el cuerpo sereno de Jesús descansaba en el centro, rodeado de flores y de los rostros conmovidos de familiares, amigos, colegas y admiradores que, de generación en generación, llegaron para decirle adiós.

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Desde que se cruzaba el umbral, un detalle marcaba la atmósfera: sonaba jazz, la música que él amaba. Nat King Cole, Frank Sinatra y otros intérpretes se mezclaban con las voces bajas y los pasos suaves de quienes se acercaban a rendir homenaje. “Mi papá quería música, arte, risas, no tristeza”, compartió su hija Mar Pérez, trompetista y heredera natural de su amor por el escenario. “Quería que lo recordemos con felicidad, y seguro que ahora está feliz, porque está en este lugar que tanto amaba: el teatro”.

Mar mencionó también a su hermana Dulce, quien aunque no se dedicó profesionalmente a las artes, estudió danza y creció, como ella, bajo la influencia artística y humana de su padre. Esa impronta de Jesús, generosa y vital, se respiraba en cada rincón.

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Uno de los momentos más conmovedores llegó con la palabra de Margarita Irún, compañera de tantas tablas. “Jesús llegó al final de su carrera, y tan seguido nos están dejando los de nuestra generación: José Luis Ardissone, María Elena Sachero… Estamos quedando pocos”, dijo con voz firme pero cargada de nostalgia.

Destacó la urgencia de documentar las trayectorias de quienes construyeron la historia del teatro paraguayo. “Ustedes lo van a tener eternamente en los recuerdos”, les dijo a las hijas, antes de que un aplauso largo, cerrado, se extendiera por el hall, uno de muchos que se repetirían a lo largo de la tarde.

La música en vivo fue otra protagonista. Amigos de Mar interpretaron desde piezas clásicas hasta bossa nova, pasando por temas que aliviaban el peso de la ausencia. Mientras sonaban, la gente se abrazaba, se secaban lágrimas y, a veces, sonreían con esa mezcla de tristeza y gratitud que solo se siente cuando se despide a alguien muy querido.

Luego la actriz Raquel Rojas subrayó la pasión de Jesús por el teatro y dijo que su visión política y social era visible tanto sobre todo a través de las obras que eligió interpretar. “Siempre estuvimos de su lado”, dijo, “gracias, Jesús, por tu talento”.

Y cada momento encontraba su propia intensidad. Miguel Narváez, tomado del brazo de Mar, cantó “A mi manera” con una emoción que resonó en cada esquina del hall.

Las palabras finales de sus hijas fueron el broche de oro. Dulce, con una sonrisa, recordó que su padre solía decir que el Teatro Municipal tenía fantasmas: “Ahora, seguro va a ser uno de ellos”, provocando carcajadas entre lágrimas. Mar, en cambio, eligió la síntesis: “Gracias”. Tras esa palabra, el aplauso más largo, más fuerte, más lleno de amor de toda la tarde se mezcló con silbidos y un grito que atravesó el aire: “¡Viva Jesús!”.

La entrada del Teatro Municipal, también colmado de gente para rendir homenaje a Jesús.
La entrada del Teatro Municipal, también colmado de gente para rendir homenaje a Jesús.

Un legado inmenso

Jesús Pérez no fue solo un actor: fue un hombre de cultura, docente de inglés, generoso con su tiempo, su talento y su afecto. Compartió escena con figuras como José Luis Ardissone, María Elena Sachero, Margarita Irún, Anita Recalde, Humberto Gulino, Gustavo Ilutovich, Jorge Ramos, Ramón del Río, Miguel Gómez, Beto Ayala, Rubén Vysokolán y Clotilde Cabral. Durante 44 años, su trayectoria ininterrumpida superó las 100 obras en Paraguay y el extranjero. Fue también locutor, docente de inglés y un maestro para quienes se acercaban al arte.

En cine, dejó huella con títulos como “Miss Ameriguá”, “Felipe Canasto”, “Lectura según Justino” y “Los buscadores”. En televisión, brilló en programas como “La chuchi”, “González vs. Bonetti” y “Sombras en la noche”. Pero más allá de sus logros, lo que se llevó consigo —y lo que dejó— es el recuerdo de un hombre que amaba profundamente lo que hacía, que vivía para el escenario y que nunca dejó de compartir su pasión.

Su partida deja un vacío enorme, imposible de llenar. Sin embargo, el eco de su voz, la fuerza de sus personajes y la calidez de su mirada seguirán vivos en la memoria de un país que tuvo la fortuna de verlo actuar.

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