La exposición colectiva reúne obras de dibujo, pintura, escultura, artes gráficas y fotografía de artistas que han reinterpretado la efigie de Minerva en el contexto del Ateneo Paraguayo.
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Incluye trabajos de los paraguayos Juan Anselmo Samudio, Ignacio Núñez Soler, Rodolfo Mariotti, Ordúval Zarratea, Pablo Medina Cusmanich, Rodrigo Duarte, Ivo Franco Marcet y Manuel Martínez Domínguez, así como una escultura de la artista argentina Elizabeth Eichhorn. Los textos curatoriales son de Manuel Martínez Domínguez.
Las obras expuestas pertenecen a la colección institucional del Ateneo y dialogan con la figura de Palas Atenea (la Minerva romana), emblema adoptado por el Gimnasio Paraguayo a inicios del siglo XX, antecedente directo del actual Ateneo. La representación más antigua incluida en la muestra es precisamente la realizada por Juan Anselmo Samudio para dicho emblema.
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En la mitología griega, el Paladio (Palladium) era una escultura sagrada de Atenea, guardada por los troyanos en el templo de la diosa. Luego de la caída de Troya, distintas ciudades reclamaron su posesión, erigiendo a Atenea como protectora de sus acrópolis. En épocas históricas, esta función tutelar quedó asociada principalmente a la ciudad de Atenas.
La reconstrucción de Atenas, tras las invasiones persas del 480–479 a.C., marcó un punto de inflexión en el arte griego clásico. Bajo el liderazgo de Pericles, se impulsó un ambicioso programa arquitectónico para convertir la Acrópolis en símbolo del poder y la grandeza ateniense. En ese contexto se construyó el Partenón, principal templo dedicado a Atenea, donde se albergaba la famosa escultura crisoelefantina de Fidias. Esta imagen sería, siglos después, fuente de inspiración para representaciones académicas de la diosa, incluida la adoptada por el Gimnasio Paraguayo.
Una de las piezas centrales de la muestra es Atenea Criolla, obra de Elizabeth Eichhorn (Junín, Buenos Aires, 1957), adquirida por el Ateneo Paraguayo en febrero de 2025 con motivo de su aniversario, y recientemente llegada al país. La escultura, de 190 cm. de altura, está realizada en fibrocemento plastificado símil bronce, con resina traslúcida.
La autora explica que su intención fue representar la fusión entre la cultura europea y la nativa latinoamericana. Por eso, a la figura clásica de Atenea se le incorporan rasgos indígenas: ojos rasgados, pómulos altos, una trenza robusta en lugar de las torzadas helénicas y un poncho pampa sustituyendo el tradicional peplo. En el yelmo, donde habitualmente aparece el rostro de Zeus, se encuentra en cambio una vasija diaguita, con sus típicos rasgos asiáticos y las manitos sobre la boca en gesto de súplica por agua.

La estructura de Atenea Criolla es aérea, abierta a la transformación y al devenir. Como símbolo final, la obra se apoya en la borla roja, vibrante y traslúcida del penacho del yelmo, evocando los ríos de sangre que supuso la conquista, el precio que se pagó por la fusión de culturas. No obstante, su expresión femenina permanece digna y recatada: un recordatorio de que la cultura, pese a la barbarie, sobrevive.
Cabe recordar que la idea de una “Atenea americana” no es nueva en Paraguay. El escritor Pastor Urbieta Rojas (1905–1973), en su libro Páginas Evocativas (Buenos Aires, 1970), dedicó un ensayo titulado “Minerva indígena” a esta misma figura simbólica.