Escrita entre 1941 y 1942 y estrenada en 1956, tres años después de la muerte de su autor, el dramaturgo estadounidense Eugene O’Neill, Largo viaje de un día hacia la noche (Long Day’s Journey into Night) es uno de los textos fundacionales del teatro realista del siglo XX.
Llevando esta pieza a escena -con Carmen Briano en el papel de Mary, Gustavo Ilutovich en el de James, Carlos Fernández en el de Jamie y Rayam Mussi en el de Edmund, elenco completado con Tainá Lipinski en el papel de Cathleen, la criada-, bajo la dirección de Marcela Gilabert, celebra sus 43 años de existencia el Arlequín Teatro este mes de mayo que se acerca melancólicamente a su fin con la partida de su fundador, José Luis Ardissone.

Arlequín es el personaje más popular de la Commedia dell’Arte aparecida en Italia durante el siglo XVI, aunque de remoto origen medieval. Con su ingenio, Arlequín logra sobrevivir a situaciones difíciles. Nombre apropiado, pues, para una sala de teatro abierta en el Paraguay de los 80, durante la dictadura.
Espacio emblemático de la cultura paraguaya desde esos duros años de la última década del estronismo, el Arlequín Teatro abrió por primera vez sus puertas al público el 3 de mayo de 1982. Contó en aquella ocasión con la presencia de Edda de los Ríos, Amanda Cooper, Gustavo Calderini y Rudi Torga, que leyeron textos de Jorge Aguadé, Josefina Plá, José María Rivarola Matto y Laureano Pelayo García escritos especialmente para la ocasión, y con la música del Ensable Asunceno.

José Luis Ardissone había invertido sus ahorros, además de pedir un préstamo, para remodelar y acondicionar aquel primer local, que antes fue una discoteca, en la esquina de las calles Quesada y Charles de Gaulle del barrio Villa Morra.
Hasta el 3 de febrero de 1989, hubo llamadas, amenazas, advertencias, y policías en todas las funciones, tomando fotos de los asistentes, identificando los rostros de los actores, anotando los nombres del elenco y las placas de los autos... Pero la aventura siguió adelante contra viento y marea.

De aquella primera sede en Villa Morra, el Arlequín Teatro se mudó temporalmente a la Fundación La Piedad, y luego a su local actual, en Antequera 1061. A lo largo de sus más de cuatro décadas de existencia, la contribución del Arlequín Teatro a la escena paraguaya ha sido inmensa.
Y, por su parte, el fundador del Arlequín, José Luis Ardissone, aunque arquitecto de profesión, desde que, entre fines de abril y comienzos de mayo de 1970, incursionó profesionalmente por vez primera, como escenógrafo, en el mundo de las tablas, nunca lo dejó.

Solo dos semanas después de haber celebrado un aniversario más del Arlequín, y al cabo de 55 años dedicados al teatro, el maestro Ardissone se despidió para siempre de los escenarios. Aunque justo es decir que no solo estuvo sobre los escenarios, como actor, sino también detrás y debajo, como director, guionista, escenógrafo, iluminador, vestuarista...
Después de haber interpretado a cientos de personajes y dirigido innumerables obras, será recordado sobre todo por su dedicación completa y sincera a este arte. Y como las pasiones genuinas tienen la virtud de ser contagiosas, no estuvo solo en la realización de su sueño sino que contó con el apoyo incondicional y entusiasta de buenos amigos y colegas, y, sobre todo, de su familia.

Así lo reconoció él mismo, emocionado, la noche del lanzamiento de su libro José Luis Ardissone: 50 años de teatro (2022). “Si hoy ocupo un lugar en el círculo cultural de mi país”, dijo en aquella ocasión, “fue gracias a la fuerza del apego de una familia que siempre estuvo a mi lado, en lo que parecía una quimera en un medio casi siempre indiferente y muchas veces hostil”.
Fue fundamental, además, “haber estado siempre rodeado de colegas generosos”, prosiguió, para luego agradecer “a tres grandes figuras de nuestra escena” que le “abrieron las puertas del teatro: María Elena Sachero, Mario Prono y Teresita Torcida”.
José Luis Ardissone falleció el jueves 22 de mayo por la tarde. Se encontraba internado en la Unidad de Terapia Intensiva del Sanatorio Italiano, tras sufrir un shock multiorgánico luego de someterse a una cirugía. Con él se cierra uno de los capítulos más importantes de la historia del teatro en el Paraguay, una historia que, gracias al legado, al esfuerzo y la dedicación de artistas capaces de atreverse a seguir su vocación en cualquier circunstancia, sigue y seguirá vivo para las futuras generaciones. Por eso, ¡hasta siempre, maestro José Luis Ardissone!