Un cuarto de siglo después de ganar la Palma de Oro de Cannes por Pulp Fiction, el cineasta de 56 años regresa a la Croisette para presentar el martes su noveno largometraje, Había una vez en Hollywood, en competición oficial.
Es un nuevo reconocimiento para este autodidacta, nacido en Tennessee, sur de Estados Unidos, pero que creció en los suburbios de Los Ángeles, donde abandonó la escuela tan pronto como pudo para construir su cinefilia trabajando en un videoclub.
“La gente me pregunta si fui a una escuela de cine”, dijo a la revista Rolling Stone en 1994. “Les digo que no, que fui al cine”.
Tarantino cuenta que vio en el cine del francés Jean-Pierre Melville la idea de que “no necesitas saber cómo hacer una película, si te gusta el cine con suficiente corazón y pasión, no podrás hacer otra cosa que un buen filme”.
Tras su debut como guionista, su nombre saltó a la fama en 1992 con su primer largometraje, Reservoir Dogs, una violenta película de gángsters de bajo presupuesto que rápidamente se convirtió en una obra de culto.
La cinta traía la semilla de lo que sería la filmografía de Tarantino: historias voluntariamente desestructuradas, diálogos fluidos y bien escritos, una violencia desenfrenada y múltiples referencias a la cultura pop y a la historia del cine.
En paralelo se forjó el personaje Tarantino, una combinación de arrogancia y reverencia hacia los grandes maestros del séptimo arte y algunos menos reconocidos, capaz de venerar tanto a Jean-Luc Godard como a John Woo o Sergio Corbucci.
Es el primer “nerd” del cine en obtener reconocimiento, amante de las películas de género y sus subgéneros, cuya escala de valores contrasta con la de la crítica y que inspirará a generaciones de directores que vendrán detrás de él.
“Soy un gran fanático de la violencia en el cine”, afirmó el cineasta al diario británico The Telegraph en 2010. “Creo que Thomas Edison inventó la cámara para filmar a personas golpeándose unas a otras. Esto impresiona enormemente al espectador y, al mismo tiempo, sabes que es una película”.
“Me siento como un director de orquesta y las emociones del público son mis instrumentos”, sostuvo. “Ríete, ríete, y ahora, horrorízate”.
Desde su sangriento debut con Reservoir Dogs, Tarantino ha sido habitualmente criticado por la violencia de sus filmes.
“Aprecio la violencia en las películas, pero me parece repugnante en la vida real”, se defendió en 1994 ante el periódico británico Observer.
Ese año con Pulp Fiction, una cinta hipnótica que mezcla tres historias de pequeños matones en Hollywood, Tarantino ingresó al panteón del cine, con 31 años.
La película ganó la Palma de Oro en Cannes, obtuvo siete nominaciones a los Óscar y le hizo merecedor de la estatuilla a mejor guión.
Tres años después, Jackie Brown, un homenaje a las películas de la “blaxploitation”, recibió una cálida bienvenida de la crítica y el público.
Tarantino revisita, uno por uno, los filmes de género. Primero los de artes marciales, con el díptico Kill Bill, que protagonizó una vengativa e implacable Uma Thurman.
Bastardos sin gloria, situada en Francia durante la Segunda Guerra Mundial, y Django sin cadenas (otro Óscar a mejor guión) , en el Estados Unidos previo a la Guerra Civil, le dan la oportunidad de probar los filmes de época.
También, con Los ocho más odiados, una incursión en el western, un género que ya había influido en muchas de sus películas.
Con Había una vez en Hollywood, Tarantino presenta en Cannes su noveno filme, tras asegurar en varias oportunidades que quiere parar en los diez.
Aspira pasar a la posteridad con una filmografía coherente, asegura, como sus ilustres modelos. “Al final de la carrera de un cineasta, no se ve solo una película, se aprecia todo junto”, afirmó.