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PORTLAND, Estados Unidos (EFE, por Tania Cidoncha). La cineasta, de 52 años, dice que el género de terror le resulta “muy útil a nivel fenomenológico“, aspecto palpable en sus películas donde el movimiento de sus personajes, cómo hablan y el tratamiento del tiempo, ejerce un efecto inquietante en el espectador. Le apasiona porque este tipo de cine pone en duda cualquier certeza y admite que sus películas “no tienen ninguna intención de realidad” y que como cineasta no “quiere ser realista o naturalista”.
Clara influencia de un cine que provoca intensas sensaciones, es el cuidado de la argentina en el tratamiento del encuadre en los planos y la forma de investigar la psique humana, los instintos y los temores construidos culturalmente.
En "La mujer sin Cabeza” (2004), por ejemplo, recuerda que la intención de las imágenes, e incluso el sonido, era el de permanecer encerrados en la protagonista: “no se trataba de la protagonista, sino de estar en su cabeza”.
Sobre la implicación de sus personajes en el psicoanálisis admite estar “lejos de conocer el afamado psicoanálisis que impregna Buenos Aires y “no tiene ni la vaga noción de lo que siquiera quiere decir psicótico”.
Sí apunta que para ella “hacer una película es crear un artificio absolutamente falso” y en su construcción sí le sirven algunas experiencias. Al crear sus personajes se apoya en “pinceladas de sensaciones y situaciones personales vividas” que enriquecen la historia, y el haber vivido en un país en una clase media que, debido a la dictadura y por valorar más lo material que lo humano, “aprendió a callar lo que sabía”.
Esa visión del cine ha podido verse en una retrospectiva de su obra que le dedicó la cuadragésimo segunda edición del PIIF, al que acudió como invitada de honor del ciclo “Cine-Lit“, que este año ha centrado su discurso en la mujer en torno a la literatura y el cine hispano.
Entre estas cintas figura su última película, “Zama” (2017), galardonada con numerosos premios internacionales y que cuenta con los españoles Daniel Giménez Cacho y Lola Dueñas como protagonistas.
Ambos tuvieron que pasar lo que ella misma reconoce que son largos procesos de “casting“, que, opina, no es solo una “muy importante” parte de una producción cinematográfica, sino también de las “más divertidas”.
Asegura que el casting sirve para “ver la habilidad que uno tiene para comunicarse con el otro y no para humillar a alguien exigiéndole que te demuestre si tiene talento“, ya que hay “actores extraordinarios” a los que le “da miedo herir” porque tienen una “sensibilidad que no entiende”.
Aunque su cine es más psicológico que movido, Martel no le cierra las puertas a grandes producciones como la reciente oferta que recibió del estudio Marvel para dirigir “La viuda negra” (Black widow), que formará parte de la serie de películas sobre los “Avengers” y estará protagonizada por Scarlett Johansson. La argentina rechazó la propuesta después de que Marvel no quisiese que la directora rodase las escenas de acción de la película, por lo que el estudio finalmente se decantó por Cate Shortland, responsable de “Lore” (2012) “Somersault” (2004).
El proyecto que sí salió adelante fue el de la escenografía de la producción teatral “Cornucopia” de la cantante islandesa Björk, que se estrenará en el centro de arte The Shed, en Nueva York, esta primavera.
Martel considera trabajar con la islandesa “un pasaporte hacia el siglo 21“, mientras que Björk llegó a decir que no podía creer el tener la “bendición” de contar con la argentina.
La realizadora de Salta trabaja además en la producción del que será su primera película documental, sobre el caso de Javier Chocobar, líder de la comunidad indígena chuschagasta, asesinado en 2009 por defender pacíficamente su tierra en la provincia de Tucumán.