“Nos gusta esta historia porque siempre nos ha gustado mucho el Village del 61, el renacer de esa música”, explicó Ethan Coen en la presentación de este filme, que participa en la competición de Cannes.
A Oscar Isaac -nacido en Guatemala pero criado en Miami- le acompañan en pequeños papeles Carey Mulligan, Justin Timberlake, Garret Hedlund o John Goodman, que contribuyen a crear un ambiente tan heterogéneo como era el Greenwich Village neoyorquino de finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta.
La época que marcó el renacer de la música tradicional americana a través de cantantes como Bob Dylan, a los que precedieron otros menos conocidos como Dave Van Ronk, en cuya vida se inspira parcialmente la película.
Una historia sobre “unos personajes y su tortuosa relación con el éxito”, según la definió Ethan Coen, y una “combinación de 'inoportunismo' y algunas tendencias autodestructivas, que vienen de la búsqueda de autenticidad”, en palabras de Isaac.
“Inside Llewyn Davis” comenzó a tomar forma en la cabeza de los Coen cuando se imaginaron a un hombre que pega una paliza a un cantante en un callejón oscuro.
Las razones del porqué lo hacía fueron el punto de partida para poner en pie esta historia que brinda un tardío reconocimiento a una música que los hermanos Coen conocen bien, explicó Ethan
Y a unos músicos que luchaban por hacer oír un estilo que en la época en la que se desarrolla en filme no era muy popular. Pero también es una historia sobre el éxito y el fracaso.
“He conocido a toneladas de personas en la industria de la música” y yo tuve suerte por estar “en el lugar exacto y con la gente adecuada”, lo que te catapulta, pero otros estuvieron en “el mal momento y con la gente equivocada”, explicó Timberlake por su parte.
Pero, en su opinión, son las personas que tienen éxito son los que “siempre continúan con la inspiración del primer momento” y no se dejan “intimidar por lo que puede impedirles expresarse”.
Un filme en el que casi “no hay intriga ni historia”, como bromeó Joel Coen, y en el que lo importante era encontrar unos actores que pudieran ser tan adecuados para sus papeles como buenos músicos o cantantes.
“Pasamos mucho tiempo viendo actuaciones, cantantes (...) estuvimos jodidos hasta que encontramos a Isaac”, afirmó Ethan Coen.
Habitualmente, los hermanos Coen piensan en actores concretos cuando están escribiendo un guión y trabajan con nombres concretos en mente. Pero otras lo que buscan es forzar a alguien a hacer algo a lo que no está habituado.
Eso es lo que hicieron con Carey Mulligan, con un aspecto físico muy diferente -pelo largo castaño, flequillo y ropa muy informal- a la que obligaron a cantar, algo que solo había hecho antes en “Shame”, de Steve McQueen.
“Normalmente me pongo muy nerviosa cuando tengo que estar frente a la gente y ser observada”, dijo la actriz, que sin embargo consiguió sentirse cómoda gracias al trabajo del productor musical T Bone Burnett, encargado de la parte musical del filme.
Su aspecto físico en la película fue motivo de risas entre sus compañeros, la igual que el de Timberlake, que aparece en la pantalla con una poblada barba y un vestuario conservador y un tanto relamido.
“Joel, Ethan y yo hablamos mucho sobre el aspecto de Jim”, dijo el cantante entre risas. Y agregó: “Me gusta hacer el ridículo en la vida diaria así que no fue difícil para mí hacerlo en al película y además me gustaba la barba”. Timberlake fue el animador de una rueda de prensa en la que los directores y actores no pararon de gastarse bromas entre ellos y con los periodistas.
Sobre la importancia de un gato que aparece en el filme. “No hay intriga ni historia”, por eso metimos al gato, dijo Joel Coen, que además consideró que a estos animales no les gusta ser dirigidos. O sobre la secuencia en la que Garret Hedlund, John Goodman y Oscar Osaac viajan en coche de Nueva York a Chicago.
“Nunca me he reído tanto durante un rodaje como en este”, aseguró Hedlund.
Precisamente esa es una de las secuencias más representativas de los Coen en una historia sencilla, con momentos y personajes tan surrealistas como los habituales en su cine y con una música presente en cada instante de la narración mediante unas canciones melancólicas y llenas de una profunda simplicidad.
Nada que ver con las grandes películas de los Coen y destinada a un público americano o amante de la música, pero sin dejar por ello de estar estupendamente rodada y con algunos diálogos y escenas tan brillantes como absurdos.
Con “Inside Llewys Davis”, los Coen aspiran a repetir la Palma de Oro que ganaron con “Barton Fink” en 1991 o el premio de mejor dirección conseguido por Joel en tres ocasiones, por ese mismo filme y por “Fargo” en 1996 y “El hombre que no estuvo allí”, en 2001.