“La Cordillera”: una mirada crítica de la política

BUENOS AIRES. “La Cordillera”, del argentino Santiago Mitre, propone una mirada dual entre la oscuridad de la política y el costado humano de un presidente que enfrenta una complicada situación personal durante una cumbre internacional.

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Se trata de un retrato necesariamente “crítico” de ese mundo, según el cineasta.

Durante una rueda de prensa en Buenos Aires tras el lanzamiento de la cinta, el director de Paulina entendió su último trabajo como una forma de involucrarse en un ámbito como el de la política a partir de recursos narrativos que, si bien nacen de una inspiración en la realidad, forman parte de la ficción.

La película comienza a las puertas de una cumbre de líderes latinoamericanos en la que se debate la creación de una entidad petrolera regional y en la que el presidente brasileño y el argentino, Hernán Blanco (Ricardo Darín) se presentan como figuras claves de ese acuerdo.

“El proceso de la realidad argentina es tan explosivo que uno no puede ir detrás de los sucesos políticos, porque vas a quedar viejo”, aseguró Mitre preguntado por la similitud entre la realidad latinoamericana actual y la que presenta el filme.

“Uno tiene que confiar en que la ficción puede construir su propio mundo y eso la hace universal e imperecedera a lo largo del tiempo”, insistió.

A lo largo de las negociaciones, que se desarrollan en un hotel asilado en el medio de la cordillera andina chilena, Blanco y sus pares exhiben modos de hacer política que caminan entre lo inmoral y lo directamente ilegal, un hilo argumental acompañado de planos largos y una musicalización tensa que conforma un relato oscuro.

Esta presentación crítica forma parte, según Mitre, de la necesidad por parte del artista de querer mejorar las cosas y provocar debates en la sociedad sobre el desempeño de los políticos.

“Si uno trabaja en ámbitos políticos de esta envergadura, uno no puede dejar de tener una mirada crítica, criticar y ser duro con las clases políticas y con quienes nos gobiernan”, planteó el cineasta, quien se reunió con un expresidente y hasta viajó a una cumbre internacional en Santiago de Chile para crear la historia.

Sin embargo, el guión abre una puerta a la empatía con la llegada a la cumbre de la hija del mandatario argentino, Marina Blanco (Dolores Fonzi), un personaje que remueve los cimientos emocionales de su padre y que humaniza al político a través del dolor.

Durante las conversaciones entre Blanco y su hija, quien sufre una fuerte inestabilidad psicológica, el espectador se acerca además a un incierto pero polémico pasado para un político que se presenta como un ciudadano común que llega al poder sin grandes lastres.

Darín, quien recordó que ese debate entre lo público y lo íntimo fue lo que le atrajo cuando Mitre le propuso protagonizar a Blanco, aprovechó para señalar que la sociedad no está acostumbrada a medir en términos humanos las responsabilidades de los funcionarios y que esta película es también una oportunidad en este sentido.

“Si tuviésemos la posibilidad de espiar por una rendija una tragedia de uno, entenderíamos un poco más; lo que pasa es que los ciudadanos comunes no tenemos acceso a ese tipo de mirada”, razonó.

En una de las grandes escenas de la película, el personaje de Darín llama a rechazar una propuesta de Estados Unidos para unirse al acuerdo petrolero, un ímpetu que el actor -dijo a pregunta de una periodista- utilizaría para pedir a los políticos que no olviden en ningún momento la sensibilidad de la ciudadanía.

La corrupción, el interés económico, los egos y las circunstancias personales se imbrican en esta narración agobiante en la que el peso de las decisiones políticas queda redimensionado por las cumbres de los Andes.

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