En el Hollywood clásico, el musical se nutría de grandes talentos curtidos en la actuación, el baile y la canción, como Gene Kelly, Judy Garland o Julie Andrews. Pero si no, no había problema en doblar a la estrella de turno, como también sucedió con Audrey Hepburn en “Mi Bella Dama”, a Catherine Deneuve en “Les parapluies de Cherbourg” o Christopher Plummer en “La Novicia Rebelde”.
De un tiempo a esta parte, en cambio, muchos actores se han atrevido a cantar a pesar de sus imperfecciones, una moda que inició Woody Allen en “Everyone Says I Love You” y que este año, Hathaway y Jackman nominados al Óscar por interpretaciones prácticamente cantadas, ha alcanzado su apogeo.
Jackman había demostrado ya su potencial en Broadway y Hooper, confiando en su chorro de voz, decidió grabar casi todos los números en directo y no en un estudio. Él y Hathaway, favorita al Óscar como secundaria, se han llevado los elogios, pero también Russell Crowe, Amanda Seyfried, Eddie Redmayne, Sacha Baron Cohen y Helena Bonahm Carter también han asumido el reto.
Esta última había hecho lo propio a las órdenes de su marido, Tim Burton, en “Sweeney Todd”, por la que Johnny Depp consiguió entrar en la lista de finalistas al Óscar, aunque el detonante de esta iniciativa, con permiso de Allen, fue Baz Lurhman con su “Moulin Rouge”, brillante musical anacrónico que sacó partido a las voces de Ewan McGregor y Nicole Kidman.
McGregor se animó luego a cantar en “Abajo el Amor” e incluso se subió a las tablas del West End con “Guys and Dolls”, el musical que en cine dirigió Joseph Leo Manckiewicz y en el que Marlon Brando se atrevió con el género y también cantó en la medida de sus posibilidades, sin ser doblado.
Kidman alcanzaría el número 1 en las listas de éxitos con Robbie Williams reinterpretando el clásico de Frank y Nancy Sinatra “Something Stupid”. No llegó a dar el salto a una carrera musical como haría Jennifer López, que acabaría siendo más rentable en los discos que en las películas. Y Kate Winslet también entró en las listas británicas cantando la canción “What if”, de la película “Christmas Carol”.
Desde entonces, hemos visto cantar a Catherine Zeta Jones (que ganó el Óscar), Richard Gere y Reesse Witherspoon en “Chicago”; a Meryl Streep en la muy popular “Mamma Mia!”, y Reese Witherspoon, que también venció en los Óscar por hacer de June Carter al lado del también nominado Joaquin Phoenix (como Johnny Cash) en “Walk the Line”.
Incluso en el cine europeo también ha sucedido: “El otro lado de la cama”, en España, con Paz Vega y Natalia Verbeke, u “8 femmes” en Francia, con, esta vez sí, Catherine Deneuve, Isabelle Huppert y Fanny Ardant, entre otras, mostrando sus aptitudes vocales.
Antes, Rupert Everett había protagonizado a golpe de “I Say a Little Pray” la mejor escena de “My Best Friend's Wedding”, en la que, tras “Everyone Says I Love You”, Julia Roberts decidió que estaba mejor calladita.
En la otra dirección, ha habido casos de éxito. Algunas cantantes han ganado el Óscar, como Jennifer Hudson con “Dreamgirls” y Cher con “Moonstruck”. Otras fueron nominadas, como Diana Ross por “Lady Sings the Blues” y Queen Latifah con la citada “Chicago”. E incluso en Cannes se han visto reconocidas algunas cantantes, como Björk, por “Bailarina en la Oscuridad”, y de nuevo Cher, por “Mask”.
Pero lo más normal son casos desastrosos como las Spice Girls, Christina Aguilera, Britney Spears, Avril Lavigne o Madonna, que aunque empezó bien con “Desperately Seeking Susan” y ganó el Globo de Oro por “Evita”, es una fija de los premios Razzie gracias a títulos como “Shanghai Surprise” o “The Next Best Thing”.
Y entre medias, en el sin pena ni gloria, se quedarían Michael Jackson, los Beatles, Mick Jagger, Elvis, Sting, David Bowie, Tom Waits o Justin Timberlake, así como el español Miguel Bosé, como “chico Almodóvar” en “Tacones lejanos”, que no llegó a cuajar como actor.