Su interpretación de Marina en Una mujer fantástica –quinta película de Lelio–, una mujer transgénero que ante la muerte de su pareja se enfrenta a la discriminación y el rechazo de la familia del difunto, le lanzó en el último año a la escena internacional y ha puesto a Hollywood a sus pies.
No en vano fue la primera transexual en presentar un premio en una ceremonia de los Óscar. Nadie ha quedado indiferente ante el fenómeno Vega. Diarios como The New York Times, The Guardian, El País o las revistas Vanity Fair, The Hollywood Reporter o IndieWire han caído rendidos ante la personalidad, el aplomo, la dignidad y la actuación de la actriz chilena, de 28 años.
La revista estadounidense W la incluye en una selección de lo mejor del 2017, en la que aparece fotografiada con el actor Robert Pattison. El diario neoyorquino destaca el “carisma que desafía la lástima y un aplomo que puede ser tanto intimidante como desgarrador” de Daniela Vega. Para The Guardian, la actuación de Vega es “apasionada, inteligente y con discreta dignidad” .
Los que la conocen la describen como una mujer ambiciosa, determinada a llegar lejos en su carrera y que se implica a fondo en lo que hace.
Autodidacta, Daniela Vega, nacida en Santiago en una familia de clase media, empezó su carrera en el teatro, con obras como Migrantes y La mujer mariposa y sus clases de canto. Sus aptitudes para la lírica, fomentadas desde el colegio, la llevaron por el mundo de las artes.
En 2014 participó en el videoclip de la canción María del cantautor y guitarrista chileno Manuel García y debutó en el cine con La Visita, una película de Mauricio López Fernández, en la que también interpretaba un papel de una mujer transgénero. Hasta que Lelio, nacido en Argentina y criado en Chile, la contrató como “asesora cultural” para preparar el guión de Una mujer fantástica y luego le ofreció el papel de Marina, Daniela Vega se ganó la vida vida como peluquera en un salón de belleza de Santiago.
En una entrevista con el suplemento Sábado del diario El Mercurio, su madre, Sandra Hernández, contó que durante el embarazo los doctores le habían anunciado que iba a tener una niña, por lo que ya le tenían preparado los aretes (pendientes) y la ropita rosa cuando nació.
Víctima de acoso en el colegio por su condición y apremiada por su madre, pasaron 13 años desde que buscando en internet Daniela Vega definió lo que sentía su cuerpo de adolescente gótico, atraído por los hombres, y que no encajaba con la homosexualidad. Era transexual.
Eran tiempos difíciles para hacer frente a esta noticia en una sociedad conservadora como la chilena, que todavía lucha por sacudirse el legado de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). Los escándalos de pederastia en el seno de la poderosa Iglesia católica que abruman al clero todavía no habían estallado.
Arropada por sus padres, Sandra Hernández e Igor Vega, y su hermano Nicolás, más pequeño, inició su “tránsito” a su nueva sexualidad. Duró tres años. “Yo he conocido el amor familiar, de pareja y he estado rodeada de mucho cariño”, dijo Vega en una entrevista con la AFP.
Daniela Vega no ha cambiado de identidad ni de sexo en su pasaporte porque la ley chilena lo impide. Los movimientos sociales chilenos esperan que el triunfo de Una mujer fantástica y la proyección internacional de su protagonista contribuyan a hacer avanzar la causa y se apruebe el matrimonio de las personas del mismo sexo y la Ley de Identidad de Género.
Esas iniciativas son impulsadas por el gobierno de la socialista Michelle Bachelet, que el domingo entregará el poder al conservador Sebastián Piñera. Sin embargo, las señales que han dado miembros del futuro Ejecutivo, apoyados por partidos que dieron la batalla contra la aprobación del aborto terapéutico, no parecen muy alentadoras para el futuro de ambos proyectos.
“No venimos a pedir permiso para ser quienes somos, seamos trans o no, sencillamente somos como somos”, les recuerda la actriz, convertida en el nuevo símbolo de una ascendente sociedad chilena abierta e inclusiva.