Cannes: Bong Joon-Ho apunta al capitalismo en “Parasite”

CANNES. En la inclasificable “Parasite”, el coreano Bong Joon-Ho carga con dureza contra el capitalismo que domina el mundo actual y saca a relucir los instintos bajos del ser humano en una película que ha sido muy bien recibida en el Festival de Cannes.

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Una historia que comienza como una divertida comedia negra que poco a poco va girando hacia una mezcla de géneros que componen una certera crítica de la sociedad actual, algo que el realizador siempre busca en sus películas.

“Creo que sería un poco extraño si en mis filmes no hubiera mensajes políticos o sociales”, afirmó el director en una rueda de prensa, en la que resaltó que el cine coreano no ha seguido los códigos de género estadounidenses.

“Hemos puesto nuestro toque coreano para contar historias sociales o políticas”, señaló Bong, que se siente deudor del cine de Kim Ki-Duk, el director que abrió el camino internacional a los cineastas coreanos.

En Parasite cuenta la historia de una familia que vive en un sótano, en condiciones muy precarias desde que los padres perdieron su trabajo y con los hijos que tratan de buscar empleos con los que ganar algo de dinero mientras sueñan con ir a la universidad.

Una familia de supervivientes, acostumbrados a hacer todo tipo de trapicheos, que se encuentran de repente trabajando, bajo nombres falsos, al servicio de un rico empresario en una lujosa casa que se convierte en un elemento importante de la historia.

“El 80 por ciento de la historia se desarrolla en la casa, en los diferentes espacios verticales que se relacionan a través de las escaleras”, un elemento arquitectónico y muy cinematográfico, resaltó el realizador de títulos como The Host u Okja.

Bong recordó que Kim Ki-Duk tienes muchas secuencias rodadas en escaleras y, en general, en el cine, hay muchas escenas emblemáticas que se desarrollan en escaleras porque tienen “una atmósfera muy específica”.

En Parasite juegan como una especie de frontera entre los dos mundos. El de arriba de los ricos, el de abajo de los pobres, aunque poco tiene que ver la historia con las de series como Upstairs Downstairs o Dowton Abbey, que ya han explotado en televisión esos dos mundos.

En este caso además hay escaleras dentro de las escaleras y pobres dentro de los pobres, porque la comedia con la que comienza la película se transforma en un terrorífico espejo en el que se refleja lo peor de los seres humanos y eso no es exclusivo de clases altas o bajas.

“Yo quería respetar las convenciones y los códigos, pero al mismo tiempo tenía ganas de destruirlo todo. Son dos sentimientos contradictorios que habitan en mí”, señaló Bong, quien indicó que son esos diferentes puntos de vista los que hicieron evolucionar la historia.

Una explicación que remató, entre risas, diciendo: “ oy simplemente un director coreano”. Un realizador que sigue su instinto por encima de cualquier convención. “Un cura tiene una biblia al lado, un abogado el código penal. Nosotros, los directores, no tenemos biblia, tenemos nuestro instinto”.

Cultiva ese instinto viendo el trabajo de directores a los que considera sus mentores.

Por supuesto Kim Ki-Duk, pero también Claude Chabrol o Alfred Hitchcock, de los que ve no solo sus películas, también entrevistas que les hicieron.

Y con esa confianza en su instinto empieza a elaborar cada guion, sin pensar a priori si lo que va a escribir es comedia o drama. Como tampoco calcula al milímetro el tono de cada escena.

“Me centro en el instante que estoy viviendo” y luego sale comedia o drama. “El espectador tiene tendencia a ver filmes de género, pero yo, como realizador, no soy consciente”.

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