Se trata de la nueva película del director español Fernando León, ambientada en la guerra de los Balcanes.
“Es un tipo de personaje que no me suele llegar. Vi en él la oportunidad de intentar algo distinto y con sentido del humor. Y ya después de acabar y ver el resultado, estoy convencido de que me gustaría intentar otro personaje con ese sentido del humor o más”, ha dicho el actor en una entrevista con Efe.
Del Toro admiraba desde hace años el trabajo del autor de Los lunes al sol y ambos tenían ganas de trabajar juntos. Para León, el portorriqueño era perfecto para encarnar esa mezcla de “idealismo y pragmatismo”, de “compromiso y desencanto” que representa Mambrú.
Mambrú es el jefe de un grupo de trabajadores humanitarios desplegados en Bosnia justo después de la firma de los acuerdos de paz, en 1995, y que incluye a B (Tim Robbins), un pasado de vueltas, a Sophie (Melanie Thierry), que es la novata, y a Katya (Olga Kurylenko), una supervisora que llega de visita y revuelve el gallinero.
La película, estrenada este fin de semana en España tras su debut en el Festival de Cannes, muestra cómo es su rutina. Y lo hace con una mezcla de humor negro y drama, a ritmo de punk rock, en una atmósfera donde la realidad y el absurdo se dan la mano y los aspirantes a héroes se quedan para limpiar letrinas.
El ganador de un Óscar por su policía de Traffic (2000) cuenta que contactó con “muchos Mambrús reales” para preparar el papel, gente de Médicos sin Fronteras y otras asociaciones en España, donde se rodó íntegramente el filme.
“Lo que más me impresionó es que, al hablar con ellos, siempre estaba ahí ese sentido del humor, aunque hablaran de cosas oscuras o muy tristes. Así me di cuenta de que lo que Fernando intentaba trabajar en el libreto, funcionaba, porque era verdadero”, explica.
De alguna manera, añade, y aunque la cinta está lejos de tener un tono épico o grandilocuente, “Un día perfecto” es un “homenaje” a esos trabajadores que dan tanto de sí mismos para ayudar a los demás.
Hablando de vocaciones, en el caso de Del Toro, hijo de abogados y huérfano de madre desde los 9 años -cuando su padre se mudó con él y su hermano a Pensilvania- le llegó un poco por casualidad, aunque no descarta que en parte llevara la actuación en las venas.
“El abogado tiene que convencer al jurado. Yo como actor tengo que convencer al público, al director y a otros actores. Es distinto pero hay paralelismos”, defiende el actor, cuya primera oportunidad seria en el cine le llegó haciendo pasar apuros al mismísimo James Bond en Licencia para matar (1989).
“De joven me gustaba mucho el cine, pero como a todo el mundo; prefería el deporte, no pensaba en ser actor y no conocía a ninguno. Al llegar al instituto y tener que elegir asignaturas, pensé que en la clase de actuación no habría que estudiar. Buscaba hacerme un currículum fácil, pero entonces entré y me enamoré”, resume.
Con Los Sospechosos de Siempre (1995), de Brian Synger, dio el salto definitivo. Después llegaron Miedo y Locura en Las Vegas (1998), para la que engordó 18 kilos, Snatch (2000) y el Óscar por Traffic (2000), de Steven Soderbergh, con quien repitió en el díptico del Che Guevara.
El año pasado hizo su primera incursión en el mundo de los superhéroes con el Coleccionista de Guardianes de la Galaxia y esta misma semana se ha confirmado que interpretará un papel de villano en el octavo episodio de Star Wars, que se estrenará en 2017.
“Trabajo es trabajo y hay que levantarse temprano y meterle el hombro -puntualiza- pero estoy contento de que me ofrecieran una parte. Me gustan las películas de Star Wars, especialmente la primera, me tocó mucho de niño. Pero no puedo hablar mucho del cuento, hay que mantener el misterio”, zanja.