A 30 años de la muerte del ícono contra el sida

LOS ÁNGELES. Fue uno de los actores más sensuales del Hollywood dorado, pero la figura de Rock Hudson es recordada principalmente como la del primer gran estandarte del cine estadounidense contra el sida, la enfermedad que puso fin a su vida hace 30 años.

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Las últimas palabras del célebre intérprete, de cuya muerte se cumplen hoy tres décadas, llegaron por boca de su amigo Burt Lancaster en un evento llamado “Compromiso con la vida” de la organización AIDS Project, organizado el 19 de septiembre de 1985 en el hotel Westin Bonaventure de Los Ángeles (California). Allí se recaudaron 1,3 millones de dólares para la lucha contra la enfermedad.

Ante una sala abarrotada por 2.500 personas que escuchaban en un silencio sepulcral, Lancaster leyó las palabras de Hudson, postrado en una cama desde hacía semanas y demasiado débil para asistir en persona: “No estoy feliz por estar enfermo, no estoy feliz por tener sida. Pero si esto está ayudando a otros, puedo saber al menos que mi propia desgracia ha servido de algo”. Dos semanas después, Hudson fallecía a los 59 años.

Su muerte puso al sida bajo el foco de atención de todos en Hollywood. No podía ser de otra manera. Fue la primera figura pública que reconoció abiertamente su enfermedad y la primera celebridad a la que le costó la vida. Hudson, nominado al Óscar por “Giant” (1956), fue diagnosticado con el virus del sida el 5 de junio de 1984 y anunció públicamente su enfermedad más de un año después, el 25 de julio de 1985. Entretanto, destinó 250.000 dólares para la creación de la Fundación Nacional de Investigación contra el sida (NARF).

Aquel anuncio tan significativo hizo mella en la conciencia de la sociedad estadounidense y Hudson recibió miles de cartas y telegramas de apoyo, tanto de personas anónimas como de compañeros de profesión como Frank Sinatra, Gregory Peck, Marlene Dietrich, Carol Burnett, Ali MacGraw, Jack Lemmon y Ava Gardner, entre otros.

“Hace dos años, cuando organizaba un evento para recaudar fondos contra el sida, no lograba que una sola estrella apareciera. El anuncio de Rock es una horrible manera de llamar la atención del público. Al hacerlo, ha ayudado a millones de personas en el proceso”, afirmaba por entonces Joan Rivers. Incluso el entonces presidente de EE.UU., Ronald Reagan, que jamás se había pronunciado públicamente sobre el sida, telefoneó a Hudson, con quien compartía una larga amistad, para interesarse por su salud.

Reagan finalmente abordó la situación en mayo de 1987, durante la III Conferencia Internacional del sida, celebrada en Washington. Para entonces, más de 36.000 estadounidenses habían sido diagnosticados con la enfermedad y cerca de 21.000 habían perdido la vida. “La muerte de Rock Hudson puso cara al sida”, afirmó la actriz Morgan Fairchild.

En febrero de este año, el portal BuzzFeed desveló que Nancy Reagan, viuda del citado presidente, declinó entonces la petición de ayuda realizada por Hudson para ser tratado en un hospital de Francia por su propio médico nueve semanas antes de su muerte. La petición fue formulada por el publicista del actor, Dale Olson: “Solo un hospital en el mundo puede ofrecer el tratamiento médico necesario para salvar la vida de Rock Hudson o al menos aliviar su enfermedad”.

El centro médico se negaba a acoger al actor como paciente por no ser francés, pero el médico de Hudson, Dominique Dormand, consideraba que una petición de la Casa Blanca les haría cambiar de opinión. “Los Reagan siempre fueron muy conscientes de no hacer excepciones por amigos o por gente famosa. Siempre optaron por tratar a todos por igual”, alegó Mark Weinberg, el joven miembro del gabinete de prensa del presidente a quien iba dirigida la misiva.

A pesar de su valentía final, Hudson, que estuvo casado con su secretaria Phyllis Gates entre 1955 y 1958, siempre mantuvo su homosexualidad bajo secreto, al igual que hizo con su enfermedad en un primer momento. Los primeros rumores acerca de su salud se produjeron escasos meses antes de su muerte, cuando se le pudo ver muy desmejorado en un acto donde coincidió con Doris Day, con quien formó años atrás una de las parejas más emblemáticas del cine en las cintas “Pillow Talk” (1959), “Lover Come Back” (1961) y “Send Me No Flowers” (1964).

En julio de 1985, Hudson mantenía una relación con el joven Marc Christian. Tras la muerte del actor y una demanda de por medio, un tribunal californiano otorgó en 1989 a Christian una compensación de 21,7 millones de dólares -reducida a 5,5 millones en 1991- procedentes de la fortuna de Hudson, debido a que el actor ocultó a su amante su afección y siguió manteniendo relaciones sexuales con él. 

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