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“A trece años de su creación, esta organización rinde un homenaje a sus orígenes e invita al público considerar el estado actual de la práctica en esta especialidad fotográfica en permanente cambio y desarrollo”, dice Jorge Sáenz respecto a la actividad en un escrito de presentación.
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“Consciente de que coordinar el taller de ensayo fotográfico fue un privilegio, me permito compartir algunas valoraciones” agrega el fotoperiodista de vasta trayectoria nacional e internacional.
Respecto a los participantes, Sáenz dice que “la composición del grupo de asistentes es diversa e inclusiva. Esto no solo mejora el funcionamiento, sino además el resultado de la ´diversidad en acción´ proporciona como resultado un corte relacionado con las preocupaciones más generales de una parte de nuestra sociedad”.
Por un lado, refiere, se multiplicaron las miradas hacia las personas cercanas que más expuestas han estado durante la pandemia. No es casual que tres de los ensayos aquí que ocupan la sala, estén dedicados a los abuelos.
Archivo familiar
Respecto a los participantes, Sáenz describe cada uno de los ensayos que se verán en la Manzana de la Rivera: Camila Castillo es una de ellas, combina fotografías del archivo familiar con retratos tomados de la vida cotidiana actual de su abuela, plenos de afecto y reivindicación.
Ernesto Recalde retrata como en un film monocromático de 16 mm, los recorridos hogareños por parte de su pareja de abuelos, y las escasas salidas, durante el largo periodo de encierro, provocando una inmediata empatía.
Esteban Servín, por su parte desarrolló el trabajo a partir de las actividades laborales de sus abuelos, revelando el aparente caos de una ferretería típica asuncena.
Los tres nos muestran con cierta nostalgia la vida cotidiana actual de quienes fueron referencia familiar fundamental en su crecimiento hasta la adultez.
En el otro polo
En el polo etario opuesto, Anita Caballero muestra en composiciones, algunas veces complejas, el crecimiento de su hijo de dos años, con el asombro desde los primeros descubrimientos, hasta su progresivo relacionamiento con los objetos y personas de su entorno inmediato.
El rigor documental, de los años setenta e incluso anterior, alimentaron a Dany Ñamandú y Fran Trinidad. El primero, Daniel, desarrolla la lucha cotidiana de una mujer por el funcionamiento diario de la olla popular que ha sido útil para alimentar a tantas familias en esta etapa.
Fran en cambio intercala ambientados retratos frontales directos y clásicos con vistas del contexto urbano del mercado de San Lorenzo, rescatando esos lugares que irán desapareciendo a medida que avanza la concentración monopólica en el comercio de los productos de consumo.
Profundidad humana
Un trabajo de profundidad humana, totalmente experimental, debemos a la psicóloga Costi Martínez, quien incorpora la fotografía a la terapia con los pacientes. En sus dípticos (un retrato antes y otro después del encuentro), se puede observar el resultado de la interacción de la terapeuta con sus pacientes en la representación final, incluyendo autorretratos de la autora al comenzar y al finalizar su jornada laboral.
Una orientación contemporánea a la hora de documentar, siguieron los expositores Sebastián Sorera y Aizar Arar con el uso intenso del color en la composición y temáticas de interés social.
Desde el comienzo del día hasta la noche, Seba acompañó a una familia de recicladores-pescadores de la Laguna Cateura, adonde la necesidad les rodea en una rara combinación de la naturaleza exuberante del río en lucha con la chocante contaminación proveniente de los residuos reciclados.
En el ensayo de Aizar, el ojo hurga la intimidad de performers en salas de maquillaje y vestuario. Así varios transformistas locales enfocados con una sola mirada, la de Aizar, puesta en vidas plenas de excitantes duplicidades.
Con la impronta de Eggelston
Siempre hay ensayos difíciles de encasillar, que nos recuerdan al autor norteamericano William Eggleston por su soltura nunca obvia a la que los autores Marta Escurra y José Manuel Galeano suman la libre asociación.
Sugerentes dípticos muchas veces irónicos o provocativos asociados en lo formal por el uso del color, imágenes tomadas de manera casi inconsciente en el caso de Marta y trípticos llenos de melancolía, rescatados en sus recorridos aleatorios por el Departamento Central en el caso de José Manuel.
La bióloga y fotógrafa Agatha Bóveda supo combinar el rigor científico en la temática y una estética potente en la documentación del trabajo cotidiano de sus pares biólogos. Los retrató en tareas de campo de captura de muestras animales y vegetales, en lugares de clasificación y conservación, en laboratorios de análisis con diversas funcionalidades y el trabajo social desarrollado por sus colegas.
“Hemos trabajado con gran placer y disfrutamos cada segundo del esfuerzo con que cada uno se ha superado en darle una forma personal a su discurso personal pero a la vez dirigido al público empático”, finaliza Sáenz.