Memorias reconstruccion de la historia reciente del paraguay

"Es doloroso vivir en el Paraguay porque no hay justicia"

‘Me da pena la inseguridad creciente en nuestro país‘, indica Elba Elisa Benítez de Goiburú (70) madre de tres hijos: Rogelio Agustín, Rolando Agustín y Patricia Jazmín y abuela de 7 nietos. Resalta que su marido del Movimiento Popular Colorado (MOPOCO) está desaparecido desde 1977. Ninguna de las querellas formuladas en el país a los culpables del hecho no prosperaron. Por eso sostiene que es doloroso vivir en el Paraguay porque no hay justicia.

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Elba de Goiburú recuerda que en 1958 siendo aún estudiante comenzó su lucha por los derechos ciudadanos pidiendo la rebaja del precio del pasaje y muchos jóvenes fueron apresados. Cuando eso ya estaba casada con Agustín Goiburú que ya era médico en el Policlínico Policial ubicado en Asunción.


- ¿Cuál fue el motivo real de la persecución de su marido en la época de la dictadura?
- "Por denunciar las muertes en torturas de los presos en 1959. No aguantó ver a los jóvenes manifestantes que reclamaban sus derechos ya muertos o a punto de morir y que Duarte Vera jefe de policía de aquel entonces, les exija a todos los médicos del Policlínico que firmen los certificados de defunción por muerte natural. Duarte Vera les llamó a los doctores: "mediquillo que no están ni a la altura de mi zapatilla" y por lo tanto no tenían ninguna autoridad para negarse a firmar los certificados de defunción y desde entonces fue perseguido.

Agustín Goiburú salió del Paraguay al exilio en setiembre de 1959. Se escapó por Encarnación. Yo me fui en los primeros días de 1960 con mis hijos a la Argentina. El se salvó de milagro de que sea detenido, con el "operativo rastrillo" que se hacían casa por casa él fue buscado por eso no tuvo otra opción que escaparse. Nos reunimos con él en Posadas y allí continuaron las persecuciones. No obstante mi marido hizo todas las gestiones para trabajar en Medicina. Salíamos a recorrer el interior de la Argentina.
Estuvimos en Misiones, en Candelaria etc. Y siempre la policía paraguaya le tenía controlado con los ‘pyragués‘ o delatores. Stroessner les tenía comprado a muchas personas de la Argentina y a las autoridades de Encarnación. La Operación Cóndor o intercambio de prisioneros se realizaba entre países, según se puede comprobar en los Archivos del Terror.


- ¿En dos ocasiones fue secuestrado su marido, puede precisar cómo fueron los hechos?
- "El primer secuestro de Agustín fue de Posadas, Argentina en noviembre de 1969. Mis hijos Rolando y Rogelio eran chiquititos. Rolando estaba pescando con su papá en el Rio Paraná. Agustín fue detenido y a mi hijo le enviaron de vuelta a Posadas. Las autoridades argentinas nos prestaron ayuda porque mi marido era muy apreciado. Siempre fue un idealista. Una persona muy bondadosa, que quería mucho a la gente y sobre todo a los pobres, a quien no le cobraba la consulta. Fue así que a los tres meses del secuestro me enteré que estaba preso en el sótano de la Marina Paraguaya. Entonces hice denuncias a nivel internacional a Amnistía y le sacaron del sótano y le llevaron a "La Técnica" y luego fue trasladado de comisaría en comisaría.

Cuando volví a verlo estaba muy flaco y deteriorado. Me dijo que tenía hambre y le llevé en una caja llena de alimentos como panificados, dulces, frutas que nunca le llegó y luego regresé a Posadas porque tenían allí mis hijos chicos. En diciembre de 1970 la Comisaría Séptima estaba lleno de presos políticos, yo y mi madre hicimos muchos trámites para pedir por la libertad de Agustín, pero nada logramos.

- ¿Agustín Goiburú se escapó en 1970 de la Comisaría Séptima por un sótano que cavaron con otros prisioneros políticos ¿usted estaba enterada de la fuga?
- Yo venía de Posadas porque no podía vivir en el Paraguay por las constantes persecuciones a mi familia. Trabajaba allí hasta sábado a la mañana el domingo amanecía en Asunción. Fue así que planeó conmigo su fuga de la Séptima. Recuerdo que no podíamos hablar en voz alta. Nos comunicábamos por esquelita que él tenía en su boca y yo le pasaba con un beso y al despedirnos yo le pasaba la mía.

Agustín cavó un túnel con un grupo de presos políticos en su misma celda en la Séptima y salió en la vereda de la calle Morquio donde le esperaron Heriberto y Aníbal Florentín. Cavaron el túnel con cucharas que guardaban debajo del colchón. Fue un sacrificio bárbaro y salieron en la calle pero no pudieron sacar la cabeza porque el túnel era muy angosto. Hasta que Aníbal Florentín con el taco de su zapato le rompió el piso de la vereda donde está la calle Morquio y entonces salieron y se escondieron porque no pudieron pasar ese día a Posadas.

Yo le estaba esperando en Clorinda con periodistas pero no pudo pasar ese día. Se escondieron por varios meses hasta que se pudo asilar en la Embajada de Chile en el Paraguay. El segundo secuestro de Agustín ya fue porque funcionaba el Plan Cóndor o intercambio de prisioneros entre países. El 9 de febrero de 1977 le trajeron de Paraná entre Ríos le apresaron a las 11 de la mañana al salir del Hospital San Martín y desde aquel entonces desapareció por completo y nunca supe más nada de él.

- ¿Qué siente al recordar actualmente la tenebrosa época?
- Que eran años de sufrimiento y dolor. Paraguay era el cuarto oscuro de América del Sur. Alfredo Stroessner implantó en el país durante 35 años el terror con las torturas, las muertes y persecuciones de miles de compatriotas que no comulgaban sus ideas y hechos.

- ¿Que representó la dictadura para su familia?
- El régimen stronista destruyó mi familia. Soy hija única y en la época de la dictadura ni mis parientes me podían visitar en mi casa. Recuerdo que mi mamá que vivía en Piribebuy murió y vine a su sepelio y mis parientes se daban vuelta de mí como si fuese una leprosa, por temor a represalias. Mis hijos y yo sufrimos mucho al igual que mi marido desaparecido.
Lo peor de todo es que ni siquiera tenemos un lugar donde ir a prenderle una vela, a rezar por Agustín porque no sabemos con certeza nada de él. Sin embargo, autoridades nacionales me dijeron que Agustín está muerto pero nadie sabe decirme dónde está su cuerpo enterrado para darle cristiana sepultura. No hay consuelo para nosotros porque a pesar de las innumerables gestiones realizadas, nada sabemos de Agustín Goiburú.


- Regresó al Paraguay con la caída de Stroessner en 1989, ¿qué expectativas tiene de la democracia?
- Regresé con mis hijos a nuestra casa ubicada en Av. España (Asunción) con la caída de Stroessner, a pesar que tantos sufrimientos pasamos en ella es nuestra. Tenemos mis hijos y yo muchos recuerdos de cuando éramos felices con Agustín. Seguimos esperanzados en que alguna vez sepamos algo del paradero de mi marido. Lo lamentable es que actualmente continúan las mismas arbitrariedades contra los derechos humanos en el país, en la parte de educación, salud, miles paraguayos exiliados porque no tienen trabajo.

La miseria en que vivimos es una violación de los derechos humanos. Es un delito terrible que la mitad de la población esté sumida en la pobreza. Estoy muy preocupada porque ni bien oscurece y ya no se puede salir de la casa. Nadie puede ser libre de esta forma, ya no se puede conversar libremente con nadie. El sistema fascista de la dictadura continúa. Stroessner se exilió en el Brasil y murió el año pasado (2006) pero siguen los atropellos a los derechos humanos. Por eso la mayor parte del tiempo vivo encerrada en mi casa, entregada casi por completo a la oración.


- ¿Judicialmente cómo quedó la querella presentada ante la justicia paraguaya en relación al caso de su marido desaparecido?
- El caso está parado desde 1989. Presenté juicio de investigación por el caso de Agustín y no prosperó. En los Archivos del Terror encontramos a Agustín fotografiado con evidencias de torturas y hasta la fecha no hay justicia. En marzo de este año (2007) feneció el pedido de indemnización realizado en forma colectiva. El gobierno actual se olvidó de las víctimas y los familiares de la época de la dictadura. Es doloroso vivir en Paraguay porque no hay justicia.

Voy de tanto en tanto a Piribebuy en el predio que me dejó como herencia mi madre. Allí planto verduras y frutas para entretenerme. Me mantienen económicamente mis hijos porque no trabajo.

Me siento impotente ante las barbaridades que ocurren y la creciente inseguridad ciudadana. Esa es la vida que llevo sin Agustín, mi marido que sigue desaparecido desde 1977 y no tengo paz ni resignación, solo la justicia puede mitigar en parte todo el dolor que tengo guardado en el pecho.
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