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Don Jorge, hijo de inmigrantes italianos, nació el 5 de abril de 1958 en Asunción. De profesión artesano, decidió otorgar su apellido a su hijo Cristian Verdún, de cuya madre se encuentra separado.
Para ello, viajó el 2 de marzo pasado hasta Horqueta, departamento de Concepción, para gestionar los trámites correspondientes en el juzgado de la ciudad, atendiendo a que su hijo es concepcionero.
Estando en el norte del país, se encontró una vieja bicicleta, la cual la reparó gastando en ella G. 320.000. Decidió venir a Asunción sobre la bici, como un mensaje de paz a la crisis en Israel.
Sin embargo, don Jorge no quedó ahí. A principios de octubre, le avisaron desde Concepción que los papeles de su hijo ya estaban culminados, y que ahora Cristian Verdún ya figuraba en el Registro Civil como Cristian Pusineri Verdún.
“Decidí ir otra vez en bici hasta Concepción por los papeles de mi hijo para gestionar su cédula con su nuevo apellido, fue por mi hijo”, indicó el aventurero, quien pedaleó de nuevo 440 kilómetros hasta el norte del país.
Como en su primer viaje, quedó en varios sitios como comisarias, casas de personas de buen corazón y conocidos para pasar la noche, comer algo, todo a cambio del poco dinero con que viajaba o a veces pagaba los favores con arreglo de muebles.
“Retiré los documentos de Cristian Pusineri Verdún y volví en bici otra vez”, enfatizó, mostrando orgullo por su proeza.
Sin embargo, antes tuvo que generar un poco de dinero para la travesía hacia la capital. Por cuatro días se dedico a la recolección y venta de chatarras, productos reciclados, elaboración o reparación de bancos de madera, y así juntó poco más de G. 150.000.
Inició el viaje de retorno el 9 de octubre con la salida de los primeros rayos del sol. A minutos del viaje, se encontró con la modelo paraguaya Lilian Ruiz.
“Le vi en un negocio de su hermano en Concepción. Le pedí una foto para mi pobre celular y ella accedió sin problema y mirá, acá están las fotos”, dijo, resaltando la belleza de la modelo.
Luego de despedirse, continuó con su largo viaje por el suelo chaqueño.
“A la vuelta se quedó a dormir la primera noche en la comisaria de Monte Lindo, luego en el kilómetro 160 en la casa de una señora llamada Rosa, que me dio comida, agua. Yo le pagué con un banco que le arreglé”, recordó don Jorge, durante su visita a nuestra redacción.
Desde el kilómetro 160, siguió con la travesía durante todo un día, observando el paisaje chaqueño, saludando a la gente y compartiendo el tereré con pobladores donde hacía sus paradas de descanso.
Así, llegó en su segundo día de viaje hasta la zona de Puente Remanso, donde quedó a dormir en la casa de un amigo, Mario Britez, para que al día siguiente llegar a la casa de su hermano en Mariano Roque Alonso.
“Así terminó la primera parte de mi viaje, pero lastimosamente está impar”, reflexionó.
“Parece que me voy a ir en diciembre otra vez porque van a salir 200 ciclistas para ir a Caacupé y ahí tengo que encajar con mis amigos nuevos de Concepción que son mecánicos, gomeros, chatarreros, compradores”, añadió.
Contó que los viajes que hace, pese a que algunos le dijeron que es una locura para un hombre de 55 años, lo hacen sentir vivo.
“Mi viaje valió la pena porque lo hice de corazón. Quien no tiene movimiento, se encamina al estrés. Eso hay que tener en cuenta”, concluyó.
Tras despedirse de nosotros, subió a su vieja Monark color negra en la cual hizo más de 1.300 kilómetros y desapareció entre el vaivén de autos de Asunción.