El pecado que hereda el hijo

Hay placer culposo al disfrutar música o películas de cantantes, actores o directores de cine salpicados por abuso sexual y violencia. ¿Se puede separar al artista de su creación? ¿O la obra debe ser vetada por la contaminación de los delitos de su padre?

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2056

Cargando...

En marzo del año pasado, el músico Pedro Lerea, exvocalista de Pipa para Tabaco, no tocó en el local nocturno Kingfish de Asunción ya que cancelaron su show por escraches en redes sociales. Es que un mes antes, un tribunal de sentencia encontró al artista culpable de violencia familiar. La banda se disolvió tiempo después, pero sus integrantes nunca sentaron postura contra las agresiones que sufrió la expareja de Pedro Lerea.

En tanto que en enero de este año, Kchiporros tuvo que 'desinvitar' al exvocalista de la agrupación argentina Versuit Vergarabat, Gustavo Cordera, quien tenía previsto subir a escenario y cantar algunos temas junto a Roberto “Chirola” Ruiz Díaz en dos conciertos, en una gira patrocinada por Claro. El músico, que grabó con Kchiporros el tema “La Lamparita” y ya actuó en otras oportunidades con Kchiporros, irá a juicio en Argentina por decir -en una charla con universitarios en 2016- que “hay mujeres que (...) necesitan ser violadas (...) para tener sexo".

Otro caso en tierra paraguaya atañe a The Fenders que, si bien ya sobresalía en nuestro mundillo musical, saltó a la fama en febrero último con las declaraciones en TV de su vocalista, Leonardo González Armoa. Dijo que en su grupo consumen drogas y mitakuña (jovencitas) de 15 años, dando a entender que tienen relaciones sexuales con adolescentes, es decir, cometen estupro. Fue semanas antes del Festival ReciclArte en San Bernardino y debido a la polémica quedaron fuera de este evento.

En todos estos ejemplos no subieron a escenario y bien pudo ser por el impacto mediático de los escraches o por el temor de que el público merme. Pero los casos de violencia, acoso y abuso sexual que salpican a figuras del mundo artístico sacaron a relucir el debate sobre si hay que separar al artista del arte. ¿Es posible seguir disfrutando de la música o la película de alguien que es un violador o un golpeador? ¿Seguir consumiendo el arte es avalar la conducta violenta del agresor?

A nivel mundial, la discusión la elevó el movimiento #MeToo, cuando decenas de actrices de Hollywood denunciaron por violencia, abuso y violación al productor de cine Harvey Weinstein y a otros personajes del mundo del espectáculo estadounidense y global como Kevin Spacey (actor), James Toback (director), Brett Ratner (productor), Dustin Hoffman (actor), Bill Cosby (humorista), Roman Polanski (director) y Danny Masterson (actor). Se suman a otras figuras denunciadas como Woody Allen (director), Louis C.K. (cómico), Mel Gibson (actor y director), Johnny Depp (actor), Chris Brown (cantante), Liam Neeson (actor) y James Franco (actor), entre otros.

“De poder, se puede”, concluye María del Pilar Alonso, periodista del área de Artes y Espectáculos de ABC Color y especializada en Gestión Cultural. “Creo que ya queda a criterio de cada uno decidir si acepta la obra del artista condenado. En mi caso particular, me cuesta apreciar de la misma manera la obra de un artista que fue acusado por violencia o abuso”, recalca la comunicadora.

Además del #MeToo, tras la emisión del documental de HBO 'Leaving Neverland' que recoge el testimonio de dos hombres que contaron cómo fueron abusados sistemáticamente por Michael Jackson cuando eran niños, radios de Canadá, Australia y Nueva Zelanda empezaron a censurar sus temas musicales.

Sobre la censura, “Maripili” Alonso recuerda que nuestra Constitución garantiza la libertad de expresión y considera que no se debe aplicar en ningún caso. Es el público el que da su veredicto y en muchas ocasiones ya le ha dado la espalda a determinados artistas, enfatiza.

“Es ver (el documental) y no querer volver a escuchar sus músicas”, nos reconoce, a su vez, la activista feminista Adriana Closs. Y es así, muchas personas decidieron dejar de escuchar a Michael Jackson o ver películas de Roman Polanski. A nivel empresarial, artistas salpicados perdieron y se les rescindieron contratos, como Kevin Spacey, protagonista principal de la serie 'House of Cards' de Netflix.

La periodista de Artes y Espectáculos de Unicanal, María José Peralta, también sostiene que el veto del público es el castigo a la desaprobación de la conducta de los artistas. Si bien reconoce que se tiene que respetar la vida privada, cuando hay abuso o violencia la autocensura es un mensaje para que los personajes del mundo del espectáculo se den cuenta que el público no apaña la violencia.

Y ya en una esfera más local, la música de Pipa para Tabaco se sigue encontrando en Spotify, YouTube y ocasionalmente suena en las radios. Pero el escrache y la censura a su exvocalista evidencian que hay un sector que no está dispuesto a consumir más su trabajo y con ello viene la caída de los shows y contratos. Recordemos que Pedro Lerea fue encontrado culpable en juicio y condenado a tres años y medio de prisión por golpear a su pareja, aunque la sentencia debe estar firme para que vaya a la cárcel. Los exintegrantes de Pipa para Tabaco nunca tomaron partido y ahora ya están en otros grupos musicales.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2056

“No me parece que haya una sola forma de actuar al respecto, no hay una receta o una indicación, no hay una sola forma de actuar. Es válido dejar de consumir y es válido que se piense en mecanismos de reeducación de ese abusador y abusadora”, indicó la activista y editora de la Revista Emancipa Paraguay, Clemen Bareiro Gaona.

Entre los que defienden el divorcio entre artista y obra, argumentan que el arte es subjetivo y que la apreciación o no es en base a la interpretación del público. En otras palabras, que sí se puede disfrutar sin culpa.

Igualmente, vetar todas las obras por reproches a su autor sería eliminar gran parte de la cultura y de la historia de la humanidad. No es posible dejar de leer a Aristóteles porque afirmaba que la mujer era física, intelectual y moralmente inferior a los varones. Obras, ideas, declaraciones y conductas misóginas las encontramos también en otras figuras de la ciencia, literatura y política como Sigmund Freud, H.P. Lovecraft y hasta Mahatma Gandhi.

Referentes feministas de nuestro país son más tajantes y coinciden en que no es posible separar el arte del artista. “Desde que Kate Millet proclamó 'lo personal es político' no se pueden separar las esferas públicas y privadas, porque a ambas les rige el mismo esquema de dominación, basado en las relaciones jerárquicas y desiguales de poder entre los géneros. El actuar de una persona en su vida privada es tan político como su actuar público”, indica la docente, activista social, politóloga feminista y fundadora de la Red Agroecológica, Gabriela Schvartzman Muñoz.

Destaca que la cuestión no pasa por prohibir o censurar, sino que tiene que ver con tomar conciencia. No es autocensura, sino comprensión, dice Schvartzman.

En tanto que Camila Corvalán, de la Plataforma Universitaria Feminista, afirma que "el perpetrador no deja de ser perpetrador por brillante que sea, pero tampoco podemos pretender eliminar”. Y es cierto, innegable, indiscutible, que la música de Michael Jackson o las películas de Woody Allen son brillantes.

“No hablaría de censura, pero creo que es importante poner un stop en la divulgación de la imagen de referencia de esos sujetos”, agrega.

Y volviendo al caso de The Fenders, Leonardo González había sido imputado por incitación a cometer hechos punibles y apología del delito. Pero el apoyo social (en las redes) fue mayor que el escrache y el grupo empezó a juntar más gente en sus conciertos. El efecto fue el contrario: descartando lo de ReciclArte, casi no hubo censura, sino publicidad. Otra diferencia es que prepararon un show a beneficio, donaron el dinero y el vocalista pidió en reiteradas ocasiones disculpas por sus expresiones. En menos de dos meses, mediante un criterio de oportunidad, Leonardo fue sobreseído.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2056

“No estoy a favor de la censura, no creo que se tenga que censurar obras de artistas, pero nosotros sí podemos decidir (…) Todos nos podemos equivocar; si un artista me gusta mucho y veo un reconocimiento y un intento de reparación, no creo que deje de escucharlo. Pero si veo que no admite sus errores y reivindica sus hechos de violencia, no me dan más ganas de escucharle”, sostiene Adriana Closs. Indica que lo que no se debe aceptar es la impunidad y que, dependiendo del tipo de violencia, habrá una reacción social distinta, pero cuya meta debe ser el fin de la impunidad.

En el ejemplo de Gustavo Cordera, en Argentina, también pidió disculpas, pero afrontará juicio. “Hay mujeres que necesitan, porque son histéricas, ser violadas, porque psicológicamente lo necesitan y porque tienen culpa y no quieren tener sexo libremente”. Por estas expresiones fue expulsado de Versuit Vergarabat, pero Kchiporros lo seguía invitando a sus conciertos. El grupo paraguayo, liderado por 'Chirola', nunca se pronunció a favor o en contra, ni siquiera se excusó en que Cordera reconoció que se equivocó con sus expresiones. Solo el silencio, que sigue siendo una forma de apañar la violencia sexual.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2056

También hay otra arista que se debe tener en cuenta: en una película trabaja mucha gente y censurarla debido a su director o por uno de sus actores es censurar también el trabajo de todas esas personas. Ocurre lo mismo con la música, porque en Pipa para Tabaco, en Versuit Vergarabat, en Kchiporros y en The Fenders, las bandas son o eran integradas también por otros artistas.

Igualmente, para los movimientos que promueven los Derechos Humanos, que el arte no se pueda separar del artista tampoco significa estigmatizar a aquellos que siguen viendo a Johnny Depp o escuchando a The Fenders, sino que es un llamado a discutir cada caso y tomar conciencia de que seguir consumiendo puede ser una forma de avalar, minimizar y normalizar las violencias, abusos y violaciones, según concluye Bareiro Gaona.

Y, finalmente, censurar o no censurar no resuelve el problema de fondo. “Abandonar la idea de que los hombres agresores son sujetos aislados (...) Existe una responsabilidad colectiva de toda la sociedad respecto a estos comportamientos. El hombre que violenta no sólo está hablando a su víctima, sino que además tiene como interlocutora a toda la sociedad que aprueba o desaprueba su comportamiento”, sigue diciendo Camila Corvalán.

Y esto se vio con The Fenders y la normalización de que “en la 'campaña' es común el estupro”, o con Pedro Lerea y parte de su público que lo sigue defendiendo hablando de un audio de WhatsApp que lo exculpa cuando fue condenado en juicio con pruebas peritadas.

Si bien no hay conclusiones definitivas en torno a todo el debate de la separación del artista de su arte, se llega siempre al planteamiento de reflexionar si vale la pena seguir consumiendo la obra de una persona cuya conducta es reprochable o delictiva. Al menos, muchos seguiremos sintiendo ese “placer culposo” la próxima vez que escuchemos a Michael Jackson en la radio... si es que sigue sonando.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2056
Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...