Cuando perseguir los sueños lleva al éxito

El paraguayo Guillermo Araújo Capello comenzó en el básquetbol siguiendo a algunos amigos. Con el paso del tiempo, le tomó el gusto y se convirtió en “una enfermedad”. El compatriota siguió sus sueños y hoy triunfa en el exterior.

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Poco antes de partir rumbo al Club Libertad para sumarse a la práctica del día, Guille nos recibió en su domicilio para contar su historia.

Siendo Guillermo todavía un niño, su padre tuvo que dejar el país como consecuencia de problemas económicos y de salud. Tiempo después, la familia se volvería a encontrar en Ciudad del Este.

La situación no era muy buena y durante un tiempo su familia tuvo que compartir casa con otras dos. Pasaron los meses y un tío suyo consiguió comprar una casa, a la que fueron a vivir con otra familia.

Durante el tiempo en el que vivió en Ciudad del Este, Guillermo hizo un grupo de amigos con el que solía pasar las tardes jugando pool o fútbol. Un día, los chicos decidieron probar algo nuevo y comenzaron a jugar básquetbol en la cancha de fútbol de salón de Presidente Franco.

“El club en aquellos días estaba podrido. Hoy está más lindo. Muchas veces no podíamos jugar porque se tenía que jugar piqui vóley y no se le daba importancia al básquet”, recuerda Araújo.

Guillermo reconoce que cuando empezaron a jugar, el básquetbol no era precisamente de su agrado. “Iba porque mis amigos iban”, afirma.

Con el paso del tiempo, el juego comenzó a ganarse su simpatía. Tan grande fue el impacto de aquel grupo de preadolescentes que, tiempo después, se fundaría la Federación de Básquetbol de Presidente Franco.

Luego de tres años en el Alto Paraná, el padre de Guillermo decidió que su hijo volviera a Asunción debido a que las amistades de su hijo no le gustaban.

Cuando llegó a Asunción, Guille tenía G. 100.000 para asociarse a algún club y seguir practicando el deporte al que ya le había tomado cariño. Su primera alternativa fue Cerro Porteño, pero en el club de Barrio Obrero no había nadie practicando.

Ante esta situación, fue a Sol de América, donde se encontró con dos muchachos de su edad que practicaban y con los que podría divertirse. Inscribirse al primero le hubiera costado G. 60.000, lo que le dejaría con un remanente de dinero, pero decidió gastar los G. 100.000 para ir al Danzarín.

“Mi calzado era un 'náutico'”, expresa entre risas para luego agregar que los suyo era simplemente practicar por gusto, no porque tuviera intenciones de adoptar el básquetbol como una carrera.

No mucho tiempo después, el club realizó una selección de jugadores para que pasaran a formar de la Sub 14 de la institución. Sin mucha esperanza, Araújo se presentó y quedó seleccionado por el profesor José Navarro.

“Quedé por la altura, creo yo, porque no tenía muchos fundamentos. Jugaba, o sea entendía un poquito de lo que era el juego, y atacaba el aro, que era lo importante”, relata.

Comenzó a entrenar, pero luego de ocho partidos sentado en la banca y sin posibilidad de jugar había tomado la decisión de cambiar de club e ir a probar suerte en el Fomento, que en aquellos días no contaba con un buen equipo.

Araújo informó de su decisión al dirigente solense Hugo Collante, que lo terminó disuadiendo para que siguiera en el club azul. Por esas cosas de la vida, luego de eso comenzó a ganar cada vez más minutos dentro de la cancha y retribuyendo la confianza con buen juego.

Un año después fue invitado a comenzar a practicar con el equipo de primera división. Su buen nivel le valió que, con apenas 16 años, fuera parte por primera vez de una selección de mayores.

Guillermo fue parte de un equipo de Sol de América que se consagró campeón, siendo Javier Martínez la principal estrella de aquel equipo.

“Un día me levanto y voy a ver el diario que me pusieron frente a la puerta. Leo 'selección de mayores', digo 'voy a ver quién de mis compañeros entró' y ni imaginaba que estaba mi nombre”, indica.

Guille asevera que el básquetbol fue en todo momento un hobby, “una enfermedad”. Su pasión por el deporte era tal que varias veces tuvo reclamos por parte de su padre debido a la desatención a sus estudios.

La situación económica seguía siendo complicada y seguir pagando para que Guillermo pudiera continuar practicando se hacía imposible para su padre, que decidió pedirle que dejara el básquetbol.

Cargado de gran tristeza, tuvo que hablar con Carlos Giagni, dirigente de Sol de América, al que le comunicó que debía dejar la práctica pues ya no estaba en condiciones de seguir pagando.

En ese momento, le ofrecieron la posibilidad de pagarle los estudios y lo que pudiera necesitar, a fin de sacarle ese peso de encima a su familia.

“A mi viejo le gustó la idea. En realidad él ni me pagaba, era mi tío, porque a papá no le alcanzaba ni para pagar el colegio en aquel tiempo”, expresa.

Era el primer paso en el camino profesional que nunca había pensado. A partir de ahí, las cosas irían cada vez mejor para el compatriota.

“Pero siempre fue por diversión, nunca fue pensando en ser profesional. Si lo pensaba mucho, creo que no hubiese llegado a ser profesional. Se dieron las cosas naturalmente, capaz si yo pensaba un poquito sobre mi futuro seguía el camino de muchos de mis compañeros de equipo que decidieron hacer otras cosas. Yo seguí el sueño de ellos porque se convirtió en mi sueño y yo seguí mi camino”, puntualiza Guille.

Poco tiempo después, el Pico Foot-ball Club de Argentina se fijó en Araújo. Era la misma institución que le había valido como primera experiencia internacional a Javier Martínez.

La intención del equipo argentino era nacionalizar a Guillermo y formarlo, cosa que no se pudo dar, pues llevaba muy poco tiempo viviendo en el vecino país. Aun así, el club quemó la ficha de extranjero por él y le ayudó bastante para su carrera, según él mismo analiza.

Su mejor partido con el club fue ante Boca Juniors, haciendo ocho puntos, mientras que su primer doble lo había conseguido ante Peñarol. A partir de ahí, varios clubes de todo el continente pelean por contar con él.

“Tuve lindas experiencias que me llevaron por toda Sudamérica. En los momentos en los que parecía que me iba a ir bien tuve lesiones”, manifiesta. De hecho, cuando jugaba en Venezuela, una lesión en el hombro cortó lo que parecía ser su inminente pase al básquet europeo.

“Un jugador cualquiera se daba por vencido. Nunca me di por vencido. En estos últimos años tuve momentos muy lindos en mi carrera. Espero que mi carrera internacional dure tres o cuatro años más. Eso le pido a Dios y a mi cuerpo que aguante”, asevera.

Su última experiencia en el extranjero fue con el Pinheiros/Sky de Brasil. Jugando con ese equipo consiguió consagrarse campeón de Liga de las Américas, el torneo más importante de FIBA a nivel continental.

“Todos los torneos que ganás, por más que sea en el barrio y siempre que haya existido un esfuerzo para alcanzarlo, tienen la misma emoción. Evidentemente repercute más el ser campeón nacional, internacional o campeón de toda América”, asevera.

Sin embargo, para Guille la coronación fue tan solo el culmen de la posibilidad de haber formado un grupo fuerte y sólido en el Pinheiros. Recuerda que durante la temporada llegaron a competir en tres torneos al mismo tiempo y que en una ocasión tuvieron que jugar 11 encuentros en apenas 13 días.

“Es algo imposible, que simplemente tenés que ir viviendo”, manifiesta.

La consagración valió para que varios jugadores del equipo se fueran valorizando. Tanto es así que el pívot anotador fue transferido. Precisamente, jugadores de esa posición escasean en Brasil, por lo que el Pinheiros decidió quemar la ficha de extranjero de Araújo para comprar a un jugador americano.

Actualmente, forma parte del equipo de Libertad que juega el Top Profesional de la Confederación Paraguaya de Básquetbol, mientras maneja ofertas de Brasil y Argentina. “Estoy a la espera, pero tranquilo”, asegura.

Bastante sincero y directo, como se mostró durante toda la conversación, Araújo destaca que el básquetbol paraguayo ha crecido de un tiempo a esta parte aunque hay “algunos países que se quedaron ahí”.

“Se creció, solamente que Brasil y Argentina tienen por lo menos ocho o diez jugadores en la NBA. Es lindo decir 'estamos creciendo', pero no lo necesario”, reconoce.

Guille manifiesta que, por más intención que exista, el nivel actual del básquetbol paraguayo no puede aspirar a tener jugadores en la liga más importante del mundo.

“Con intentos, enseñanza, todo eso lleva a que puedan haber esperanzas de que en el futuro haya. Yo por ejemplo le dije a la mamá de mi hijo que si a los diez o doce años tiene altura, le gusta el básquet, él se va ir a vivir a los Estados Unidos”, señala.

Araújo asegura que luego de terminar su carrera como basquetbolista profesional, su intención es quedarse en el país para enseñar a las generaciones que irán llegando.

“Acá hay muchas cosas por trabajar. Ni siquiera son cosas difíciles, sino fundamentos y enseñarles a las criaturas que sí se puede seguir el básquetbol como profesional y que además te puede ayudar en los estudios”, acota.

“El mensaje que le doy a los chicos que quieren tomar esa carrera de deportista, que obviamente no va a ser fácil, nadie dijo que así sería, pero hay que tomar la decisión, hay que creer que se puede y que si va a ser un deportista exitoso hay que dar todo el sacrificio posible y las cosas se van a ir dando naturalmente para que esa carrera llegue lejos el día de mañana”, finaliza.

Dejando atrás las adversidades, Guillermo Araújo sobresale como uno de los mejores basquetbolistas paraguayos y todavía tiene para largo rato.

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