Contra el agua y el olvido

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Pobladores del barrio Jukyty del Bañado Sur de Asunción no solo deben luchar contra las aguas del río Paraguay que inundan sus casas y los obligan, una vez más, a buscar refugio; sino que también deben lidiar con el olvido de las autoridades.

Desde el patio de alguna de las casas de la calle Sagrada Familia del barrio Jukyty del Bañado Sur, el animado ritmo de una cumbia colombiana se eleva a todo volumen desde un equipo de sonido. Mientras tanto, en el empedrado, familias enteras juntan sus cosas a la espera de la llegada de algún camión que los ayude a alejarse de las aguas que de un día a otro llegaron hasta sus viviendas.

Las lluvias que se produjeron en las últimas semanas, producto del punto álgido de “El Niño”, aceleraron la crecida de las aguas del río Paraguay. De un día a otro, el cauce ya había ingresado a las casas de una de las zonas más pobres de Asunción. “Rapidísimo vino”, cuenta Miriam Benítez mientras saca hasta la calle sus pertenencias y las carga en una carretilla. Junto a ella, su hermana y su cuñada, Isaura Ayala -embarazada de ocho meses-, le ayudan como pueden.

Miriam e Isaura tienen sus casas dentro un terreno en el que también viven otras siete familias. Una semana atrás, el agua había crecido pero aún no les afectaba; sin embargo, las lluvias registradas el último miércoles provocaron el rápido crecimiento del cauce y las obligó a salir. Literalmente, de la noche a la mañana, se vieron rodeadas por el río.

En medio de la tormenta tuvieron que juntar algunas pocas pertenencias y con los niños en brazos salir corriendo, bajo la lluvia, para llegar hasta una iglesia cercana y ahí pedir socorro. Días después, la casa de Miriam ya está totalmente desarmada y sigue esperando que las autoridades de la Municipalidad de Asunción o de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) aparezcan para ayudarles con mudanza. Algunos optaron por gastar el poco dinero que tenían para alquilar un camión que los ayudara a trasladar sus pertenencias.

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“Nos dicen que no abastecen. Son dos camiones los que suelen pasar por acá”, relata Miriam. Hasta hace algunos días, los organismos estatales señalaban que al menos unas 7.000 familias han sido desplazadas en Asunción como consecuencia de las crecidas, acentuadas por el fenómeno de El Niño. Lejos de mejorar, la situación podría ir empeorando ya que este domingo el nivel del río había subido aún más y ya estaba cerca de los 7 metros, todavía lejos de los récords históricos que alcanzó en 2013 pero a punto de superar los niveles que se registraron el año pasado.

“A mí supuestamente ayer me tenía que llevar, pero no vinieron”, sigue diciendo Miriam mientras acomoda un colchón y algunas mantas fuera de su casa. Fueron a reclamar y la única respuesta que recibieron es “No somos Papá Noel para conseguir por arte de magia”.

Mientras tanto, los vecinos del barrio están desesperados. Miriam vive en el lugar prácticamente desde que nació, hace ya más de tres décadas, y recuerda que en 2013 la situación fue peor. Aún así, las cosas no son fáciles de asimilar en esta oportunidad. “Esto es un barrio fantasma”, dice.

En cierta medida, tiene razón. Salvo por algunos pocos que quedan juntando sus cosas y esperando alguna señal por parte de las autoridades. Son conscientes de que varias veces los políticos de turno les prometieron soluciones y asistencia en época de campaña proselitista, incluso antes de las últimas elecciones municipales. “Toditos los políticos vinieron a hacernos promesas”, relatan. Salvo uno, el colorado Arnaldo Samaniego, quien aspiraba a la reelección. “Él no vino. Nunca vino ese desgraciado por acá, ojalá se pudra en el infierno”, dice Miriam y en su voz se le notan los nervios.

“Ojalá asuma ya Mario Ferreiro para que nos ayude”, agrega, tratando de mantener la compostura y reconociendo que siempre reciben promesas, por lo que las esperanzas igual siguen siendo pequeñas, aunque todavía existen.

“Se tiene que hacer una defensa costera para que nunca más haya inundación. Si eso no se hace, no hay caso. Nadie se quiere ir de su barrio”, afirma Miriam.

La situación de los bañados no es otra cosa más que el rostro más duro de una ciudad como Asunción que creció de manera descontrolada y sin planes habitacionales. Se estima que en la capital y sus alrededores existirían unas 500.000 personas viviendo en asentamientos precarios. El déficit habitacional a nivel país es de más de un millón de viviendas.

Además, las autoridades actúan recién cuando el agua avanza, a pesar de ser una situación repetida todos los años. “Si no entra el agua a tu casa no te ayudan”, afirma Isaura. Días atrás, habían recibido la visita de funcionarios estatales que les dijeron que no se apuraran pues el agua no había llegado aún hasta ellos, cuando en realidad ya estaba hasta las paredes de sus pequeñas casas y que el agua no crecería demasiado.

Mientras esperan, los niños ya comienzan a presentar problemas de salud como vómitos y diarreas y no faltan las alimañas como víboras que aparecen constantemente. “Para ellos (las autoridades) es fácil, porque llevan las cosas nomas, pero nosotros somos pobres y una cuchara o una olla que se rompa es un perjuicio”, acota Isaura.

A todo ello se le suma que no faltan los avivados que circulan a bordo de motocicletas y al ver las cosas afuera de las cosas se llevan lo que pueden. “No podés dormir. Nos turnamos para controlar nuestras cosas”, sentencia Isaura.

Deben continuar con la tarea para poner a salvo la mayor cantidad de pertenencias. Mientras esperan una respuesta de las autoridades, siguen luchando no solo contra el agua sino también contra el olvido estatal y hasta de la misma sociedad, que por momentos decide darles la espalda.

juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano

Fotos: Raúl González, ABC Color