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Desde que Donald Trump inició su carrera política en Estados Unidos, el discurso xenófobo, discriminador y racista tomó preponderancia en la cotidianidad de los norteamericanos.
Pese a que millones de estadounidenses están en contra, es indiscutible que el trato hacia los inmigrantes se endureció notablemente desde que el empresario republicano se hizo cargo del gobierno.
En oposición a las políticas estatales antiinmigrantes, medios de comunicación, celebridades y mediáticos hacen constantemente críticas, pero nadie creería que un programa de cocina podría dar voz a los indocumentados.
Netflix lo hizo. En el primer episodio de la quinta temporada de su aclamado documental gastronómico “Chef's Table", presentó la historia de Cristina Martínez, una cocinera mexicana que además de abrir un restaurante de barbacoa de éxito se convirtió en una activista por derechos de los inmigrantes.
Víctima de violencia de género y sin acceso a educación, Cristina abandonó Capulhuac, la ciudad que la vio nacer, y cruzó el desierto hacia EE.UU. Allí buscó trabajo y luego de unos meses consiguió empleo en un restaurante.
Trabajó incansablemente para sus jefes, quienes vieron su talento y poco a poco le otorgaron mayores obligaciones. Sin embargo ella seguía como ilegal.
Todo el dinero que ganaba se lo enviaba a su hija, quien quedó en México. Con el paso del tiempo, Cristina conoció a Ben, un compañero de trabajo de quien se enamoró y con quien luego se casó. Pero ser esposa de un norteamericano no garantiza la obtención de la “green card”.
De esto se enteró cuando consultó a su abogado y este indicó que necesitaba la recomendación de sus jefes para solicitar sus documentos. Cuando pidió esto, ellos se negaron y la despidieron.
“Los chefs dicen que no saben nada, miran hacia otro lado (…) cuando saben que sus empleados son indocumentados y no pueden trabajar legalmente”, denunció Ben, en el programa.
Desempleada y sin documentos, Cristina se vio sin muchas alternativas, pero de igual forma decidió arriesgarlo todo y abrir un restaurante de barbacoa en Filadelfia al que nombró South Philly.
Cristina empezó su carrera a la fama cocinando este plato tradicional de la gastronomía mexicana en su departamento y luego, con mucho esfuerzo pudo alquilar un local donde instalarse.
Este restaurante le devolvió el sentimiento de hogar que había perdido; además es el sitio al que otros inmigrantes de todo el mundo acuden para compartir la comida y sentirse como en casa.
Además de servir los deliciosos platos, Cristina fue conociendo más personas que como ella fueron a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. Escuchó los testimonios y las denuncias de otros trabajadores sobre las condiciones laborales injustas para los inmigrantes.
Cuando la revista “Bon appetit”, una publicación que marca tendencias en cuanto a gastronomía a nivel mundial, mencionó a su restaurante como uno de los seis mejores locales nuevos a conocer en Estados Unidos del 2016, el destaque que le dieron los medios de comunicación fue utilizado por Cristina para expresar otro mensaje.
Empezó hablar sobre los inmigrantes, de cómo eran explotados y escondidos por los jefes y también comenzó una lucha por la igualdad de los trabajadores en su comunidad.
Tan poderoso fue el movimiento generado por Cristina en su cocina, con sus recetas y su sazón, que junto a su marido y sus clientes crearon la Alianza Popular por los Derechos de los Trabajadores Indocumentados, que apoya a los empleados ilegales. No solamente a los latinos, sino todos los inmigrantes que se esfuerzan y anhelan el sueño americano.
Las políticas del presidente norteamericano siguen amenazando los derechos de los inmigrantes en este país; sin embargo, historias como la de esta chef mexicana hacen un fuerte llamado de atención desde espacios antes impensados.
Cristina aún no consigue sus documentos y espera ansiosa que alguna vez su hija obtenga la visa para volver a encontrarse. Mientras tanto sigue encendiendo sus fogones y cocinado su barbacoa.
Aunque el miedo a ser deportada la persigue noche y día, sus deseos de luchar por la igualdad y la justicia la motivan a seguir.
Además nadie puede negar que todos somos iguales sentados a la mesa compartiendo una barbacoa. La comida es una expresión cultural y un lenguaje universal del que nadie queda excluido.