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Los relojes de torre son íconos de varias ciudades del mundo, como el caso de Londres, con su gran reloj llamado Big Ben, que tiene 7 metros de diámetro en cada cara. A ciencia cierta, este ha pasado a ser incluso un símbolo de Inglaterra.
Además, por ejemplo, en España cuenta la tradición que el reloj de la Puerta de Sol, ubicado en la Real Casa de Correo, congrega a una gran multitud cada diciembre para recibir con sus campanadas otro año nuevo.
En Paraguay existen algunos contados relojes de torre, como el de la Catedral Metropolitana, así como en las iglesias de Fuerte Olimpo, Concepción, Villarrica, Santa Elena, Piribebuy y San Lorenzo, por citar algunos. No obstante, ninguno de ellos es de grandes magnitudes.
Para Blas Enrique Ramírez (56), estos artefactos son toda una obra de arte, por la mecánica que tienen. Desde su adolescencia quedó fascinado por este tipo de relojes y empezó a idear pequeñas muestras con tapas de latas. Desde entonces, a pesar de que oficialmente se dedica a ser visitador médico, en paralelo no dejó atrás su pasión, fue mejorando la técnica y construyó relojes desde cero.
El sueño monumental
Ramírez señala que ya se encuentra próximo a jubilarse, por lo que buscará llevar adelante dos grandes sueños que tiene desde hace algún tiempo. Uno de ellos es hacer un reloj con medidas similares al Big Ben de Londres, incluso sería un poco más grande. Recuerda que alguna vez presentó esta idea al entonces intendente de Asunción, Arnaldo Samaniego, quien se mostró interesado en el planeamiento e incluso le dijo que sería interesante tener una torre en la Costanera.
“Entonces, cuando vi ese interés, yo invertí mi dinero por si algún día alguna autoridad, no solo municipal sino también nacional, se interese. Así como el apoyo que se le da a Koki Ruiz, por ejemplo, porque él tiene un apoyo nacional. Este no es cualquier reloj, es uno de los más grandes del mundo hecho por un paraguayo y que está en Paraguay. Va a ser un gran atractivo turístico para la capital”, puntualiza.
El relojero ya se encuentra trabajando en este proyecto durante su tiempo libre y lo muestra orgulloso, con la esperanza palpitante de que algún día su propuesta sea de interés no solo de las autoridades sino también de la ciudadanía, como una obra que puede servir de gancho turístico, capaz de convertirse en un ícono cultural de la capital.
La máquina que está fabricando tendrá una cara de 8 metros y pretende que en ella suene cada hora en punto la melodía de Westminster, la misma del Big Ben. Considera que este artefacto quedaría bien en una torre de aproximadamente 10 pisos. “La gente va a poder subir, va a poder ver la bahía, la ciudad. Así como en otros países la gente recibe la Navidad o el Año Nuevo, frente a un reloj, eso yo quiero para Asunción. Esto es, primero, porque amo los relojes y, segundo, porque quiero volcar ese conocimiento para que mi país tenga algo representativo”, remarca.
Confiesa que, como actualmente no está bien la situación de la capital, por los múltiples problemas que presenta, espera el momento adecuado para replantear su idea. Sin embargo, tampoco descarta la posibilidad de hacer este reloj para otras ciudades turísticas, como por ejemplo Encarnación.
El reloj perpetuo
Comenta además que tiene otro proyecto para Villarrica. “Esta ciudad tiene un lago que se llama Ykua Pytá, es una laguna natural que tiene una vertiente que es muy emblemática; yo quiero hacer un reloj movido a agua; de hecho, ya tuve una conversación con el gobernador, entonces a raíz de eso ya empecé a hacer esa maquinaria. Yo no sé si se va a concretar con él o con otro gobernador, pero como yo tengo esa meta, si por ahí se concreta yo ya tengo la maquinaria”, manifiesta.
“Creo que ese lugar necesita algo más y además creo que va a ser algo novedoso para los guaireños y para Paraguay, porque no existe un reloj movido a agua y este será hecho por un paraguayo, es por eso que tengo ese sueño. Entonces será un reloj de movimiento perpetuo, que mientras haya agua que cae en una rueda, le va a provocar la fuerza para mover los engranajes. Como hace siglos que esa agua corre ahí, creo que va a funcionar”, agrega.
A prueba de Paraguay
Ramírez admite que a la mayoría de los relojes antiguos se les tiene que aceitar prácticamente cada semana, por eso él hace relojes “a prueba de Paraguay”, sostiene sonriendo. “Los que yo fabrico no requieren mantenimiento, son relojes que pueden funcionar durante muchos años, nada más con pequeños ajustes. No tiene que haber alguien que tiene que estar cuidando, como lo es el caso de la Catedral de Asunción”, acota.
¿Cuánto tiempo puede demorar fabricar un reloj?
El último que hizo le llevó cerca tres meses terminarlo, pero asegura que se puede hacer en dos si uno se dedica exclusivamente a dicho menester. Los materiales los consigue todos en el país, pero aclara que no hay nada preestablecido, él hace los cálculos de las medidas que tendrá el reloj y encarga algunas piezas a herreros y torneros que trabajan con él.
¿Es rentable construir relojes?
Afirma que esa es una buena pregunta, porque hasta el momento nunca intentó vivir de este oficio, sino más bien lo hizo por pasión hacia el mecanismo. “Yo digo que sí, pero como yo pretendo dedicarme a esto con mi jubilación, no va a ser arriesgado para mí, no voy a depender de eso. Yo voy a trabajar y me va a redituar en el momento en que yo haga algún negocio, pero yo decidí seguir adelante en la fabricación de relojes y si hay alguna ganancia será bienvenida”, subraya.
En cuanto a la formación en este oficio, aclara que no hay en el país institutos donde se pueda estudiar para reparar relojes y mucho menos para construirlos. La mayoría de los relojeros lo han aprendido por una cuestión de herencia o han sido autodidactas.
Al ser consultado si planea enseñar, respondió que no está dentro de sus propósito, pero tampoco descarta la posibilidad de hacerlo si alguien se muestra interesado. “Como yo trabajo solo, sería importante tener un ayudante, porque el trabajo es pesado, porque las piezas son pesadas. El reloj de Asunción va a pesar unos 2.000 kg por ahí. El primer reloj que hice estará por los 300 kg”, acota.
Reliquia de la época de López, tirada durante años
El primer reloj que tuvo la Catedral de Asunción, encargado por Carlos Antonio López, que data aproximadamente de 1851, fue cambiado por otro más moderno y dejado en un rincón del olvido. “No vas a creer, ese reloj estuvo tirado en la Catedral. Se restauró gracias a una doctora, María Luisa Brunelli, que se preocupó por ese patrimonio en el 2010, entonces se restauró y fue puesto en la Catedral de San Lorenzo”, relata.
“Se volvió a restaurar hace tres meses y me llamaron a mí para restaurarlo, yo le hice unos cambios e instalé el reloj en otro lado, porque estaba en un lugar muy incómodo para cuidar, entonces yo le hice un acceso. Pero digo nomás que es una lástima cómo las autoridades, que deberían, no cuidan un patrimonio así. Imaginate, una comisión gracias a una doctora que conoce los patrimonios hizo esto, ella me pagó a mí, no vino de ninguna autoridad, imaginate”, reflexiona.
Monedas para regular la hora
Una de las principales curiosidades de estos artefactos es que muchos de ellos están regulados por monedas. “Estos relojes tienen un grado pequeño de impresión, pueden retrasarse unos segundos por días, ¿por qué? Porque la variación de temperatura cambia el tamaño del péndulo. Como es un péndulo muy grande, con el cual se ajusta la precisión, entonces algunos le sacan o le ponen monedas para adecuarlo al tiempo. Si la temperatura se mantiene constante, el reloj va a ser prácticamente exacto”, puntualiza.
El oficio de relojero es uno de tantos que con el paso del tiempo se van quedando en el recuerdo, debido a que con las nuevas tendencias hay menos jóvenes interesados en aprenderlos, además de la falta de institutos que enseñen este trabajo. No obstante, hay personas como Blas Ramírez, que siendo autodidactas han llegado no solo a abrazar este oficio, sino a soñar con dejar el legado de un arte, como lo define él mismo, ya tan escaso en nuestro país.