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El clima es un factor determinante para la economía de numerosos departamentos del país, principalmente los considerados como vulnerables a los efectos del cambio climático. En Paraguay, la variabilidad climática se encuentra marcada por largos periodos de sequía y de lluvias repentinas e intensas.
En San Pedro y Caazapá, se desarrollan proyectos que tienen como objetivo lograr que esas comunidades puedan hacer frente a esos efectos del cambio climático y cuenten con mayores herramientas para enfrentarlos. De eso se trata la resilencia climática.
En esta serie de notas, vas a conocer las historias de familias que, implementando diversos métodos de agroproducción forestal y apicultura, sacan adelante a sus familias y generan un doble impacto, en sus vidas y en el ambiente.
Conocé las historias en los siguientes enlaces:
- Cómo una comunidad indígena enfrenta la crisis ambiental y protege la yerba mate
- Capiibary florece en tiempos de sequía: la clave del éxito de pequeños productores
- Apicultura: un camino para salvar a las abejas y fortalecer a las familias del campo
Dos proyectos, un mismo objetivo
Estas comunidades forman parte de dos proyectos que tienen como objetivo la generación de ingresos económicos, reforestación de bosques nativos, la generación de energías renovables (leña para el campo) y la mitigación de los efectos del cambio climático en familias rurales que viven en situación de vulnerabilidad social y ambiental.
En Capiibary, San Pedro, se implementa parte del Proyecto Proeza (Proyecto Pobreza, Reforestación, Energía y Cambio Climático) y en Caazapá, se desarrolla el proyecto Paraguay+Verde.
Ambos trabajan con pequeños productores para la instalación de sistemas agroforestales, la reforestación de especies nativas e incluso la producción apícola para la diversificación de ingresos de familias locales.
Resistencia y resiliencia
En ambas comunidades, pobladores relataron a ABC Color que en las últimas décadas el aumento del monocultivo les ha acarreado numerosos problemas. Afirmaron que un pesticida utilizado por los sojeros no solo está matando sus cultivos, sino que también hace que los niños tengan problemas estomacales y respiratorios.
En Capiibary mencionaron que una comunidad campesina vecina se vio obligada a desplazarse y abandonar su hogar. Los pobladores vendieron sus tierras a “los sojeros” porque el rociado de los pesticidas no permitía que sus plantaciones crezcan, aseguraron.
“Ñande ndañasemo’ái (nosotros no vamos a salir)”, resaltó uno de los más ancianos de una comunidad indígena de San Pedro. En ese contexto, decidieron unirse a estos proyectos para rodearse de bosques que ayuden a protegerse y también generar más ingresos para el sostenimiento de las familias. Sin embargo, siguen resaltando la necesidad de que el Estado regule el uso de los pesticidas en el monocultivo.
Vivienda, educación y servicios básicos
Los participantes de estas comunidades relataron que se requiere de mayor presencia del Estado en el campo. Destacaron que ellos se sienten muy felices por ser parte de estos proyectos que ayudan a sacar adelante a sus familias, pero que muchos vecinos también esperan algún día ser beneficiados.
“Hay muchas familias en esta comunidad y a muy pocas les alcanza la ayuda. Falta mejorar la presencia del Ministerio de Agricultura en nuestra zona”, señalaron.
Además, las comunidades indígenas lamentaron ser poco escuchados ante pedidos de viviendas sociales, ampliación de redes eléctricas y recursos para la educación de los niños y adolescentes.
Proyectos que deben ser llegar a todos
Estos proyectos ambientales, impulsados ambos con recursos internacionales, están mejorando la vida de familias campesinas e indígenas. Los participantes destacan que muchos de sus vecinos esperan también poder en algún momento sumarse a la iniciativa, al ver los buenos resultados.
Las iniciativas demuestran que con fondos, capacitaciones y asistencia constante, los productores pueden enfrentar los fenómenos climáticos, que según las predicciones, van a ir empeorando cada año.
*Esta serie de publicaciones es el resultado del Programa de becas de ColaborAcción edición Hábitat, ejecutado con el apoyo de la Fundación Gabo, Fundación Avina y Hábitat para la Humanidad.