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Mañana soleada en el estado de la Florida. Treinta grados Celsius, vientos del sureste a 18 kilómetros por hora, nubes a 4.500 metros.
Las condiciones eran perfectas para el despegue del Apollo 11, la quinta misión tripulada del Programa Apollo en lo que era el Cabo Kennedy, hoy llamado Cabo Cañaveral. El conteo se inició 28 horas antes y faltaba poco para el despegue.
Ocho años atrás, el entonces presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, estaba enojado. La Unión Soviética logró colocar al primer hombre en el espacio, Yuri Gagarin, el 12 de abril de 1961, con el Vostok 1.
Estados Unidos recién logró eso el 5 de mayo de 1961, 23 días después de Gagarin. Alan B. Shepard Jr. lo logró en el Freedom 7, dentro del programa Mercurio.
El orgullo estadounidense había sido tocado.
Una semana después, el presidente Kennedy asustó a los congresistas en un mensaje dado en el Capitolio, la cuna de la libertad en el medio de una Guerra Fría que fue la verdadera razón de una carrera espacial. Anunció que su país tenía la meta de poner al hombre en la Luna antes de terminar la década. Incluso, dijo que se trataba de una cuestión de tiranía versus libertad. Los legisladores se preguntaron cómo lo harían y de qué forma iban a financiar el proyecto. No había dinero ni tecnología.
«Si queremos ganar la batalla que ahora se está librando en todo el mundo entre la libertad y la tiranía, los dramáticos logros que se produjeron en las últimas semanas en el espacio deberían habernos aclarado a todos, al igual que el Sputnik en 1957, el impacto de este emprendimiento en la mente de las personas que están intentando determinar qué camino deben tomar.
Creo que esta nación debería comprometerse a alcanzar la meta, antes de que termine esta década, de hacer que un hombre pise la Luna y regrese sano y salvo la Tierra. Ningún proyecto espacial en este período será más impresionante para la humanidad, o más importante para la exploración del espacio a largo plazo; y ninguno será tan difícil o costoso de lograr».
— John F. Kennedy en una sesión bicameral del Congreso el 25 de mayo de 1961.
Para el presidente de los Estados Unidos, la carrera espacial o los logros científicos hacían que las personas en el mundo prefieran el capitalismo o el comunismo, y Estados Unidos no podía permitir que uno sienta simpatía hacia la Unión Soviética.
¡Tenemos un lanzamiento!
Comentarista: Veinte segundos y contando. T15 segundos, la orientación es interna. 12, 11, 10, 9 ... arranca la secuencia de encendido... 6, 5, 4, 3, 2, 1, 0... Todos los motores en funcionamiento. ¡Despegue! Tenemos un despegue... 32 minutos después de la hora, despegue del Apollo 11. Torre despejada.
Neil Armstrong: Tenemos un curso balanceado.
Comentarista: Neil Armstrong informa sobre el sistema de lanzamiento y circulación que pone al Apollo 11 en un rumbo adecuado. Más 30 segundos.
Sistema de control: Desenvolvimiento completo y el balance está programado. Uno bravo.
Comentarista: Uno bravo está en alerta de control de cancelación. La altitud es de dos millas.
Controlador de vuelo: Todo está bien en Houston. Están bien al minuto uno.
Comentarista: Alcance por debajo de 1 milla, altitud de 3 a 4 millas ahora, la velocidad es de 2,195 pies por segundo. Estamos ahora atravesando la zona de máxima presión dinámica. 8 millas de alcance, 12 millas de alto, velocidad de 4,000 pies por segundo.
16 de julio de 1969. A casi cuatro kilómetros, más de 3.000 periodistas de 56 países, así como la mitad de los representantes del Congreso esperaban ver el despegue del Apollo 11. Neil Armstrong, el único civil y expiloto de pruebas; Michael Collins y Edwin Aldrin, de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, todos nacidos en 1930 y todos pesando 75 kilos —según el diario de bitácora de la NASA— subieron a una camioneta a las 06:27 (Paraguay tenía la misma hora con la Costa Este de EE.UU.) ya con sus trajes, y llegaron al sitio de despegue a las 06:54. Primero entró Armstrong y se ubicó en el curul de la izquierda del módulo de comando; luego lo hizo Collins, que se ubicó a la derecha y, por último, Aldrin, que se sentó en el medio.
«El brazo de acceso del Apolo se retrajo a las 09:27. Ocho segundos y nueve décimas antes de la hora de lanzamiento, el primero de los motores de la primera etapa del Saturno V se encendió. Desde las gradas de observación, la llama apareció como una brillante estrella amarillo-naranja en el horizonte. Pronto, los otros cuatro motores se encendieron y la luz del primer motor se convirtió en una enorme bola de fuego que iluminó la escena como un sol naciente. No se escuchó ningún sonido. Durante dos segundos, el vehículo acumuló empuje. Las abrazaderas de sujeción se soltaron y el vehículo espacial comenzó a moverse lentamente hacia arriba desde la plataforma», registra la NASA.
El ser humano había emprendido el más difícil de los viajes.