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Aprendiendo de la generación Z
Cada 20 de marzo se celebra El Día Mundial de la Felicidad, un momento especial para recordar aquellos aspectos que son motivos de alegría en nuestras vidas. Una de esas razones son los adolescentes que actualmente están en los centros escolares: los jóvenes de la generación Z.
Esta generación, llamada también «centennials» comprende a los nacidos entre 1997 y 2012, aproximadamente. Uno de sus rasgos predominantes es haber crecido en un entorno totalmente digital, lo que influye en su forma de ver el mundo. Este grupo etario, a menudo incomprendido, tiene una perspectiva muy particular acerca de la felicidad. Los padres, profesores, adultos en general, que convivimos con ellos podríamos valorar y disfrutar de esa noción única y contagiante.
En primer lugar, son chicos que encuentran la alegría en aspectos que los adultos solemos subestimar: la autenticidad de las relaciones sociales, el afecto como impulsor de decisiones; es decir, a pesar de vivir en la época digital, sostienen la prioridad de las relaciones humanas para el bienestar emocional individual y comunitario.
En segundo lugar, la generación Z aprecia todo aquello que sea auténtico y exprese la forma de ser de la persona. Sus miembros sostienen que ser felices es ser fieles a su identidad, y poder expresar su ser sin miedo a los prejuicios del entorno. Eso los lleva a ser más inclusivos que nuestra generación adulta.
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Un tercer motivo es la práctica de la gratitud y la empatía. Tratan de buscar que sus acciones tengan sentido. Por ejemplo: son los propulsores de la lucha contra los efectos del cambio climático en el mundo. Este hábito les permite orientarse con una perspectiva positiva; y eso, justamente contribuye a elevar los niveles de felicidad.
En un mundo en el que priman los problemas y las noticias negativas diarias, vale la pena aprender a fomentar la cultura de la gratitud y el bienestar tal como lo hacen los que encuentran motivos genuinos para ser felices.
Por último, al enfocarnos en la felicidad y el bienestar tal como lo hace la generación Z, podemos
desarrollar una cultura más amable, compasiva, de apoyo mutuo, en el que se valora el bienestar positivo, ante el estrés del negativismo. ¿No deberíamos los adultos aprender de ellos para ser más felices?
