Se hizo la paz entre los dos ejércitos y Uther propuso a Igraine que se casara con él. Tras consultar a sus consejeros, ella aceptó y la boda se celebró poco después con grandes festejos.
Pronto se hizo evidente que Igraine estaba embarazada, y una noche el rey Uther le preguntó de quién era el niño. Avergonzada, Igraine no respondió.
—No tengas miedo —dijo Uther—. Dime la verdad y te aseguro que te amaré más que antes.
Entonces Igraine le contó lo sucedido la noche en que murió su esposo, y Uther le reveló que él había sido el misterioso visitante y, por tanto, el padre del niño. Le explicó su pacto con Merlín, que había decidido que el niño se criara en casa de un caballero llamado Ector, que lo cuidaría como si fuera suyo.
Cuando Igraine dio a luz, Merlín le dijo a Uther lo que tenía que hacer. En cuanto nació el niño, lo envolvieron en una tela dorada y se lo dieron al mago, que acudió a la puerta del castillo disfrazado otra vez de mendigo. Merlín llevó al niño con Sir Ector y su esposa, que le pusieron de nombre Arturo y le criaron como si fuera un hijo propio.
A los pocos años, Uther cayó enfermo de gravedad. Durante tres días con sus noches no pudo hablar y supo que se acercaba su hora. Entonces Merlín reunió a los nobles y les dijo:
—Esta enfermedad no tiene cura. Mañana debes presentarte ante el rey y yo le haré hablar. Entonces designará a su heredero y sucesor.
Al día siguiente, todos se reunieron ante el rey, y Merlín preguntó:
—Señor, ¿será tu hijo Arturo rey después de ti?
Uther miró a Merlín y a sus caballeros y dijo con voz débil:
—Yo le doy mi bendición y le nombro rey a partir de ahora.
Y a continuación falleció, llorado por la reina Igraine y sus caballeros.
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La espada en la piedra
Durante todo este tiempo, Arturo había vivido con Sir Ector y, aunque Uther le había nombrado heredero, nadie le conocía ni sabía dónde estaba. Tras la muerte del rey, muchos nobles poderosos pensaron que el trono debía ser suyo, y la guerra civil parecía inevitable. Para impedirla, Merlín aconsejó al arzobispo de Canterbury que invitara a todos los nobles y caballeros del reino a acudir a Londres en Navidad. Allí, según dijo, un milagro revelaría al legítimo rey.
Todos los hombres importantes del reino acudieron a la convocatoria del arzobispo. El día de Navidad por la mañana asistieron a la iglesia y, al salir, vieron en el patio una gran piedra de mármol. En el centro de la piedra había un yunque de acero y en el yunque estaba clavada, hasta el puño, una espada. Alrededor de la espada aparecían grabadas las palabras: «El que saque esta espada de la piedra y el yunque es el legítimo rey de toda Inglaterra».
Como era de esperar, los caballeros más fuertes trataron de arrancar la espada, pero esta siguió clavada a pesar de todos sus esfuerzos.
—El verdadero rey no está aquí —dijo el arzobispo, pero Dios nos lo dará a conocer. Que diez hombres hagan guardia ante la espada hasta que aparezca.
A continuación, se decidió que los caballeros del reino intentarían por turnos arrancar la espada, y para asegurarse de que todos permanecerían reunidos hasta que apareciera el rey, se acordó celebrar un gran torneo el día de Año Nuevo.
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Sobre el libro
Título: Colección trotamundos
Editorial: ARRAYAN