El caso de Manolo
Manolo es un niño de cinco años, pelirrojo, con pecas y usa anteojos. La primera vez que entró al consultorio casi redecora la oficina, tropezó con la alfombra y se dio un golpe contra la pared.
Tras el lógico susto, lo que nos sorprendió fue la reacción calmada de Manolo y de sus padres. El niño casi imperturbable se recolocó sus anteojos, mientras su madre le restaba importancia al incidente, prefiriendo un lacónico: «Ya estamos acostumbrados».
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Empezamos la evaluación y nos encontramos con un típico perfil de altas capacidades: alto perfil cognitivo, personalidad de alta activación, gran introversión y altísima creatividad.
También nos sorprendió encontrarnos con un coeficiente intelectual cognitivo muy alto, tanto en el hemisferio derecho: prueba con vocabulario, como en el izquierdo: razonamiento perceptivo.
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Como parte de su evaluación se realiza una prueba de perfil psicomotriz. En ella se evalúa la coordinación, la destreza manual, la puntería, el atrape y el equilibrio.
Así descubrimos que Manolo era incapaz de aguantarse sobre un pie o de caminar con un pie delante de otro por una línea recta.
¿Qué le ocurría a Manolo? Como ya hemos repetido muchas veces, la alta capacidad es un proceso de maduración cerebral diferente. El desarrollo psicomotriz radica en el cerebro. Por tanto, es lógico pensar que la alta capacidad afectará a ese desarrollo, como afecta a otro.
En el caso de Manolo, nos encontramos con un niño con un potencial enorme. Hablamos de una CI mayor de 145, a quien, sin embargo, la profesora de grado le dice que no rinde bien. Y llega la temida frase que muchos padres habrán escuchado más de una vez: «Cómo va a ser su hijo de altas capacidades, si no sabe…».
Ese «no sabe…» puede incluir muchas habilidades: colorear, escribir bien, agarrar correctamente el lápiz, actividades que para muchas personas nada tienen que ver con el desarrollo intelectual, sino con la psicomotricidad. Es porque desconocen que la inteligencia cinestésico corporal es en sí una inteligencia que está tristemente olvidada en el sistema educativo, trabajándose poco o nada.
Cuando preguntamos a los padres de Manolo, descubrimos que, por ejemplo, el niño no gateó o que empezó a caminar muy rápido. Es decir, el cerebro se apresuró, saltándose etapas necesarias para el buen desarrollo de ciertas estructuras cerebrales.
Para trabajar la motricidad, se recomendaron diversos tipos de ejercicios:
-Neurotróficos: para estimular el cuerpo calloso, activar la estimulación neuronal y la comunicación interhemisférica.
-Vestibulares: para desarrollar la postura correcta, que favorece la escritura.
-Coordinación: para dominar le cuerpo dentro de un espacio y desarrollar un apropiado tono muscular.
Para trabajar la escritura realizamos ejercicios de:
-Relajación: para que el niño aprenda a relajar su cuerpo y mejore el control postural.
-Coordinación óculo-manual: mejora la coordinación visual a la hora de escribir.
-Ejercicios grafomotores: para mejorar la motricidad fina.
La vida escolar de Manolo mejoró mucho a raíz de su desarrollo psicomotriz, gracias a la atención temprana. No condenemos a un niño a ser toda la vida Clark Kent, tropezándose a cada rato, cuando lleva un Superman escondido.
Fuente: ALEGRÍA, R Y OTROS. (2015). A mí no me parece. Casos prácticos para comprender la alta capacidad. Ediciones Parainfo. Madrid. España.