Niños con altas capacidades y disincronía psicomotriz: comprender para acompañar (Parte 1)

Los niños con altas capacidades intelectuales suelen despertar admiración por su precocidad, su agilidad mental o su extraordinaria memoria. Sin embargo, más allá de estas manifestaciones visibles, muchos enfrentan desafíos menos reconocidos como la disincronía psicomotriz, un fenómeno que refleja el desfase entre sus capacidades cognitivas y otras áreas del desarrollo, como la motricidad o la madurez emocional.

Niños con altas capacidades y disincronía psicomotriz: comprender para acompañar (Parte 1)
Niños con altas capacidades y disincronía psicomotriz: comprender para acompañar (Parte 1)Archivo, ABC Color

Estudios recientes nos alertan de que algunos niños de altas capacidades pueden presentar problemas de coordinación y psicomotricidad. No se trata de un problema físico: no tienen los pies más grandes o las manos más pequeñas, se trata de una mala integración sensorial, una deficiencia a la hora de integrar determinados estímulos.

Son niños que pueden presentar algunas de las siguientes características:

- Torpeza.

- Organización espacial diferente.

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- Mal esquema corporal.

- Planificación excesiva de los movimientos necesarios, para llevar a cabo una tarea.

- Dificultad para automatizar actos en el aprendizaje deportivo.

- Gran deseo de aprender, que no se acompaña de una percepción corporal adecuada.

Con semejante panorama, comprenderemos que no es difícil, entender que la calidad de vida del niño va a verse afectada.

La disincronía psicomotriz ocurre cuando el desarrollo motor del niño no avanza al mismo ritmo que su desarrollo intelectual. Esto significa que un niño con altas capacidades puede resolver problemas matemáticos complejos o expresar ideas abstractas con claridad, pero al mismo tiempo tener dificultades con tareas motoras finas como escribir con soltura, recortar con tijeras o abotonarse una prenda. Esta descoordinación puede resultar frustrante tanto para el niño como para los adultos que lo rodean, quienes a veces esperan que todas sus habilidades estén al mismo nivel que su inteligencia.

Este desfase no solo afecta la motricidad, sino también la dimensión emocional. Muchos niños con altas capacidades experimentan una hipersensibilidad emocional que los hace más susceptibles a la frustración, el perfeccionismo y la autocrítica. Al no poder ejecutar con precisión tareas manuales o al ser conscientes de sus «fallos» motores, pueden sentirse inseguros o incluso desarrollar baja autoestima, pese a su elevado potencial intelectual.

En el entorno escolar, la disincronía psicomotriz puede pasar desapercibida o interpretarse erróneamente. Es común que estos niños sean catalogados como distraídos, torpes o poco perseverantes. Esta situación puede influir negativamente en su rendimiento académico y en su adaptación social.

Por ello, es fundamental que los padres, docentes y profesionales comprendan la complejidad del desarrollo de estos niños. La identificación temprana de las altas capacidades debe ir acompañada de una evaluación integral que contemple todas las áreas del desarrollo. No basta con estimular el intelecto.

Una intervención adecuada puede incluir actividades psicomotrices adaptadas, terapia ocupacional, ejercicios de grafomotricidad y estrategias de autorregulación emocional. En el aula, los docentes pueden ajustar sus expectativas, fomentar un clima de comprensión y evitar comparaciones con otros niños. La clave está en generar espacios de aprendizaje donde cada niño pueda desplegar su potencial sin sentir presión por «rendir» en todas las áreas al mismo nivel.

Fuente: ALEGRÍA, R Y OTROS. A mí no me parece. 2015. Casos prácticos para comprender la alta capacidad. Ediciones Parainfo. Madrid. España.

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