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Tanto los niños con altas capacidades como los del otro extremo necesitan una atención escolar diferenciada, son niños de altas demandas que requieren profesores altamente capacitados y con vocación para entenderlos y procurar su mejor desempeño para su desarrollo pleno.
Cuando una familia se acerca al profesor con un diagnóstico de altas capacidades no nos está diciendo que no nos necesita, sino todo lo contrario, su condición necesita imperiosamente la intervención del docente.
Obviamente no estamos cerrando los ojos a la superpoblación de nuestras salas de clase, a la falta de tiempo, a la excesiva burocracia, a la sobrecarga del docente o la falta de recursos y formación para atender a estos niños. Quien está en aula, sabe que todos estos factores conviven con las necesidades especiales de nuestros estudiantes, aún así, tenemos docentes que hacen todo lo posible para afrontar esta situación.
Desde el respeto a las necesidades individuales y bajo el lema de que ningún estudiante es mejor que otro, todos son distintos, especiales y valiosos, es necesario que apliquemos el principio de equidad e igualdad en la educación tanto del niño con dificultades en el aprendizaje como del niño con altas capacidades. Por el principio de igualdad debemos ofrecer las mismas oportunidades a todos. Por el principio de equidad se reconoce que cada persona tiene sus necesidades y el derecho que se respeten sus características personales. Ambos principios no hablan de un modelo de enseñanza de talle único, sino de ofrecer una enseñanza diferenciada.
En general, no solo los docentes sino el común de la gente tiene formado un estereotipo de los niños con altas capacidades: «anteojos y siempre leyendo un gran libro», los antiguamente llamados nerds en la cultura norteamericana, brillantes intelectualmente, pero torpes socialmente. Sin embargo, los niños con altas capacidades no tienen realmente estas características, muchos de ellos son muy hábiles socialmente y tienen un grupo de pertenencia, son –a simple vista– niños como todos los demás. Algunos de ellos incluso, son líderes en sus grupos. Lo que sí los hace diferentes es su alta dotación intelectual natural que los caracteriza.
Además, los niños con altas capacidades pueden pertenecer a cualquier estrato social y, por supuesto, están en cualquier tipo de colegio, de gestión oficial, privada o privada subvencionada, bilingües o no, de jornada completa o no. Las características de los niños con altas capacidades trascienden las características étnicas, geográficas y de género.
