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El origen del enfoque por «competencias» en el contexto de las políticas de recursos humanos de las organizaciones en la formación, el acceso o inserción y la acreditación profesional, que progresivamente han ido adoptando los sistemas educativos y de empleo a nivel internacional, está basado en (Bunk, 1994):
- La adopción del principio de «aprendizaje a lo largo de toda la vida» por parte de los sistemas educativos.
- La velocidad del cambio en los contenidos de las ocupaciones, que enfatiza la importancia de disponer de competencias específicas de la profesión, pero también de competencias generales referidas a la comprensión de lo que se hace en el lugar de trabajo, al papel del profesional en la organización, a la capacidad de aprender y cambiar, al pensamiento estratégico. En definitiva, a la capacidad de movilizar conocimientos para resolver problemas de forma autónoma, creativa y adaptada al contexto y a los problemas.
La Comisión Europea ha definido las competencias como una «combinación de destrezas, conocimientos, aptitudes y actitudes adecuadas al contexto, incluyendo la disposición para aprender, y el saber cómo» (CE, 2004, pp. 4 y 7), por lo que en el Espacio Europeo de las Cualificaciones (CCE, 2006) se identifican cuatro elementos de la competencia profesional:
- Competencia cognitiva: empleo de teorías y conceptos, así como del conocimiento tácito e informal adquirido por experiencia.
- Competencia funcional (habilidades y saber hacer): lo que una persona debería ser capaz de hacer bien cuando desempeña una determinada ocupación.
- Competencia personal: saber comportarse en un rol o situación profesional determinada.
- Competencia ética: implica un comportamiento coherente con un conjunto de valores personales y profesionales.
Coll y Martín (2006) profundizan en esta perspectiva, identificando una serie de componentes esenciales en las competencias:
- Movilización de los conocimientos para activar y utilizar ante un problema el conocimiento que se posee.
- Integración de los distintos tipos de conocimientos.
- Transferencia de lo aprendido en contexto diferente.
- Capacidades metacognitivas (de toma de conciencia y autorregulación) para seguir aprendiendo a lo largo de la vida.
De acuerdo con el planteamiento de estos dos autores, un profesional competente, en nuestro caso, el mentor sería aquel que conoce y regula sus propios procesos de construcción del conocimiento, tanto desde el punto de vista cognitivo como emocional, y puede hacer un uso estratégico de los mismos ajustándolos a las circunstancias específicas del problema o situación a la que se enfrenta.
Esto nos llevaría a identificar unas competencias generales del mentor de profesores principiantes en la escuela, que para serlo deben estar «situadas», es decir, adecuadas tanto al contexto de la escuela, como a las necesidades del profesor o profesora principiante.
