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El Dr. Derlis Aranda, psiquiatra, reflexiona sobre el mundo que rodea a los que están bajo la tiranía de la angustia.
–¿Cómo define la angustia, situación que afecta a muchas personas hoy?
–Conceptos como ansiedad, angustia y estrés se utilizan hoy en forma indistinta. Frases como “estoy ansioso, angustiado o estresado” en la consulta son muy ambiguas, difíciles de comprender. Todos vivenciamos de una forma particular estas emociones “displacenteras” o desagradables. En ciertas ocasiones reconocemos claramente la fuente o el origen de nuestro malestar, otras veces no.
La ansiedad se refiere a un estado de agitación e inquietud desagradable, derivado de nuestra anticipación del peligro, predominando sobre todo síntomas psíquicos y la sensación de catástrofe o de peligro inminente. Es decir, la combinación entre síntomas cognitivos y fisiológicos, manifestando una reacción de sobresalto, donde el individuo trata de buscar una solución al peligro, por lo que el fenómeno es percibido con total nitidez. En la angustia, sin embargo, el predominio es sobre todo de síntomas de tipo somáticos o físicos, que pueden llegar incluso a inmovilizar a la persona, reduciendo su repertorio de reacciones ante una situación menos definida, difusa. A la pregunta acerca de qué lo angustia, es frecuente que el paciente responda: “No sé, no tengo idea”, mientras respira agitado, sobresaltado mostrando el malestar.
–¿Cómo diferenciarla de la depresión?
–La depresión, sin embargo, se trata de un estado afectivo displacentero en el que predomina sobre todo la tristeza o la irritabilidad, la mayor parte del día, según criterios de manuales para el diagnóstico de enfermedades mentales, durante al menos dos semanas. Junto a esta tristeza, se agrega la “incapacidad de sentir placer”. La persona pierde la capacidad de disfrutar de situaciones que antes lo motivaban (familia, deporte, amigos, etc.). Junto a estos síntomas se presenta igualmente la pérdida del apetito, el retraimiento de los acontecimientos sociales y familiares, disminución en el rendimiento laboral, enlentecimiento en el pensamiento como en la motricidad, dificultades para conciliar el sueño, ideas de culpa, dificultades para concentrarse, déficits en la memoria e ideación suicida. Los clásicos repetían esta frase: “es muy frecuente que pacientes deprimidos estén ansiosos y muchos pacientes ansiosos terminan deprimiéndose”.
–¿De qué forma daña automedicarse con ansiolíticos y antidepresivos?
-Muchas personas en un esfuerzo por disminuir el malestar experimentan con medicamentos. Los psicofármacos tienen un perfil determinado útil o más apropiado, según las características del cuadro y la personalidad del paciente. Es muy importante tener en cuenta las dosis y mencionar en la consulta que tienen cierto riesgo de provocar dependencia. La solución a los problemas está en la persona y la medicación puede ayudarla.
mirtha@abc.com.py