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El doctor Marco Casartelli, jefe del Departamento de Neurología del Hospital General Pediátrico Niños de Acosta Ñu, resalta que tanto la hiperactividad como el déficit de atención son condiciones permanentes, pero que pueden ser modificadas con el abordaje psicológico y medicamentoso. Muchos adultos somos desatentos o hiperactivos, pero gracias a las correcciones adecuadas que recibimos de nuestros padres o terapeutas (y, en ocasiones, de nosotros mismos), se pudieron compensar las deficiencias.
–¿Cuándo el niño no presta atención en clase o se encuentra muy inquieto, se catalogará como hiperactivo?
–Cuando al profesor o a algún cuidador le llama la atención que el niño no presta atención (y esto no es solo en clase), o se olvida frecuentemente de sus cosas, no puede terminar sus tareas o se equivoca sin motivo aparente en la ejecución de tareas, molesta en clase, es impulsivo en sus reacciones o pega, es importante estar atento a que el niño no presente un déficit de atención o hiperactividad.
–¿Cuáles son las pautas escolares que deberán tener en cuenta los profesores?
–En el ambiente escolar hay que incluirlo en una clase con un número reducido de niños. Las medidas adoptadas deben ser personalizadas y siguiendo la recomendación de la psicóloga o psicopedagoga.
–¿Cómo ayudarlo desde la casa?
–Es importante tener un ambiente ordenado, con horarios claros, hacerlo participar de las tareas de la casa, organizar su día a día a través de una agenda y siempre promover que termine sus tareas asignadas. Hay que entender que, si bien el niño hiperactivo requiere atenciones especiales en el hogar, también se debe pensar en los otros miembros de la familia, y las medidas impuestas deben favorecer a todos los componentes.
–¿En qué consistirá el tratamiento?
–En una reeducación del déficit. Si bien existen medicamentos muy útiles y seguros como el metilfenidato, el soporte psicológico y las medidas escolares adecuadas son los tratamientos más importantes. La medicación por sí sola no produce cambios permanentes, como sí lo hace una buena intervención desde la psicología. En este contexto, es también importante la detección precoz de los síntomas, que ya se pueden ver en los primeros años de vida.
La medicación no está indicada antes de los cinco años, y el abordaje psicológico es el tratamiento básico para estos niños.