Cargando...
La construcción del yo, basada en mayor medida en la anatomía, tiene sus consecuencias. Cada vez son más los hombres y mujeres que invierten más y más tiempo, energía y dinero en el proceso de embellecimiento dejando de lado otras áreas. Tenemos gimnasios abarrotados de gente y bibliotecas vacías. En las reuniones sociales las personas están más ocupadas sacándose fotografías que disfrutando.
Cómo hablar de narcisismo sin mencionar las tan famosas selfies, desde aquella entrega de los premios Óscar en la cual se realizó la fotografía más retwiteada de la historia. Un autorretrato en el cual aparecieron actores famosos de la talla de Meryl Streep y Angelina Jolie, entre otros. Las selfies no fueron inventadas en dicha ceremonia pues ya existían los famosos autorretratos fotográficos, aunque algo de vergüenza social aún causaba estirar la mano para oprimir el obturador del celular. Pero después de la famosa selfie ejecutada por Ellen DeGeneres las autofotos se popularizaron entre todos los usuarios de internet.
Vivimos en una sociedad donde existen más intentos de celebridades que público. Es indiscutible que la imagen es la carta de presentación, pero ningún extremo es saludable. ¿Qué se le puede ofrecer al otro cuando solo se posee una carcasa vacía? Esto si aún existe el deseo de ofrecer cuando la importancia que cada quién se da a sí mismo supera con creces la atención disponible para brindar a los demás.
El narcisismo es un funcionamiento inherente a todos los seres humanos. En una estructura psicológica sana existe el amor (y también el odio), repartidos entre el otro y el yo. En el narcisismo patológico existe un desequilibrio, inclinándose la balanza hacia el yo.
Difícilmente el narcisista quiera cambiar, pero, al igual que en un enamoramiento común, en algún momento la idealización se quiebra al observar el objeto de amor con sus luces y sus sombras.
(*) Psicólogo.