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Primer “ole”: en el bus, cuando viajás como sardina, no pierdas de vista tu cartera, pegala a tu cuerpo y no importa si golpeás con tu bolso al que está sentado, total tiene asiento y no hay porqué quejarse. Si pillás a alguien metiendo la mano, luego de darle una bofetada, avisá al chofer de la presencia de un peajero y encargate de que se baje del micro.
Segundo: asumiendo que no podemos acabar con los ladrones, ya que estamos en el baile, bailemos. De por ahí estás acorralado por un ñato que quiere tu celular para ir a comprarse sus caprichos alucinógenos, te atrapó y no tenés otra que ser sumiso y darle con toda obediencia tu cel. Pero un truco previo puede joder al “malevo”: antes de salir, colocá un teléfono viejito en tu cartera, el que ya no usás, especialmente reservado para peajeros, entonces salvás tu smartphone chuchi y no dejás con las manos vacías al ladrón.
Tercero: a la hora de salir de la facu o cole, si es de tardecita tratá de salir acompañado, preferentemente con compañeros fortachones y si no podés por lo menos caminá con actitud, creyéndote el más peligroso. Lanzar una que otra mirada asesina puede ayudar.
Cuarto: no peques de ingenuo revoleando como una bandera tu smartphone por la calle, dejar un rato a los grupos de WhatsApp y frenar la redacción de estados “filosóficos” en Facebook, lo peor que te puede hacer es perder unos cuantos chismes y algunos “me gusta”. Lo cual es mucho menos traumático a que te sacen el cel en un dos por tres.
La verdad es que no tenemos por qué hacer tantos malabares por salvarnos del robo, deberíamos ser libres de poder usar nuestras chucherías electrónicas cuando y donde queramos, teniendo la seguridad de que nada malo pasará. Pero eso no es más que una romántica ilusión en este país. Entonces, ¡a defendernos se ha dicho! Ya que estamos, bailemos.
Por Ayelén Díaz (17 años)