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Se han creado muchas formas de copiar si es que por algún motivo no estudiaste, pero siempre se empieza por lo más fácil, creer que el compañero seguramente leyó lo que tenemos que rendir y él nos ayudará; pero si esa persona tampoco miró por lo menos una vez su cuaderno, ¿qué hacemos?
Ante esta dificultad, surge el impulso de preparar un “copiatín”, que en ese momento desesperado creemos que es el único camino capaz de conducirnos a un resultado conveniente, en una situación complicada como esta.
En el momento del examen, ¿quiénes son más profesionales para copiar, los hombres o las mujeres? Cada quien puede tener su técnica, pero hay profesores dotados de una especie de “detectores naturales” para pillar a los tramposos con la mano en la “hojita”.
Así, cuando un teacher descubre a alguno en una situación sospechosa, la brillante idea de sacar un tres aunque sea, copiando, termina en la pesadilla de un examen anulado. Y lo peor es que tendremos que dar cuentas de esa conducta ante nuestros padres.
Plagiar no está bien y menos depender de un compañero para presentarse a examen. ¡Cuánta razón tienen los profesores cuando dicen: “Los únicos que se perjudican al copiar son ustedes”, ya que, si alguna vez usamos estas prácticas deshonestas y no somos sorprendidos, el día que seamos profesionales no será por nuestros méritos y los conocimientos estarán ausentes.
Por Carlos Gómez de la Fuente (17 años)