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Nuestros abuelos están llenos de sabiduría que obtuvieron a través de tantas experiencias vividas; nos vendría bien oírlas para que, cuando nos llegue el momento de enfrentar algún problema, podamos contar con una pequeña ventaja sobre el obstáculo para resolverlo de manera correcta.
Hay que aprovechar cada minuto que poseemos con nuestros abues; por ejemplo, en vez de ver la tele, podríamos sentarnos con ellos y conversar. Aunque las historias de los abuelitos parezcan aburridas, resultan ser interesantes y, si nos damos cuenta, nosotros pasamos por los mismos problemas que ellos enfrentaron alguna vez.
Hemos creado una pequeña distancia con nuestros abuelitos; siempre nos invitan a tomar tereré o a charlar con ellos, pero anteponemos cualquier cosa para no sentarnos a escucharlos. A veces nos piden algún favor y, sin la más mínima consideración, no les hacemos caso ni cumplimos lo que nos suplicaron por el simple hecho de ser kaigue o porque no somos sus “empleaditos”.
Podemos presenciar abundantes muestras de la falta de consideración de los adolescentes en los transportes públicos hacia aquellas personas de la tercera edad; mientras estas se quedan paradas esperando que un valiente muchacho se levante a darles el asiento, lo único que llevan es una gran decepción porque resulta que el chico se quedó “dormido” en su lugar.
Algunos jóvenes no toleran a los ancianos a tal punto que empiezan a gritarles groserías porque creen que ya son grandes, por lo que los mayores ya no tienen por qué decirles qué hacer, cuando en realidad no es así. Con este tipo de comportamientos se causan daño a sí mismos y a los demás. Respetemos siempre a nuestros abuelos y otras personas de edad si queremos que el día de mañana nuestros nietos sean corteses con nosotros.
Por Aristides Arámbulo (16 años)