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Por Sergio Armoa (19 años)
Una antigua costumbre que no se ha perdido del todo es la de poner los nombres de los hijos de acuerdo al calendario católico de santos. Así, tenemos gente llamada “Astiero”, “Firmato”, “Diviciano”, “Apuleyo”, “Cuarto”, “Eulampia”, “Cenobia”, “Eutropia” o “Monitor”. Hoy suenan raros y son motivo de burlas y jodas quienes los llevan, sobre todo si son jóvenes, pero antes eran bastante comunes.
Muchos países, incluyendo el nuestro, tienen sancionadas leyes especiales que prohíben bautizar a los niños con nombres considerados muy absurdos o denigrantes, para evitarles complejos psicológicos y futuros gastos en costosos trámites judiciales para cambiarlos. Empero, muchas veces, estas leyes son ambiguas, no se cumplen, y padres sin sentido común, excéntricos o ignorantes hacen de las suyas. Preguntar, por si acaso, a Martes Trece Santana o a Estrella Mística.
Por ejemplo, en el caso de los famosos, se encuentran los Beckham, quienes bautizaron a la más joven de sus hijos como “Harper Seven”, que literalmente significa “Arpista Siete”. En Latinoamérica, recordando un poco de historia, el emperador Pedro II del Brasil era, en realidad, Pedro de Alcântara João Carlos Leopoldo Salvador Bibiano Francisco Xavier de Paula Leocadio Miguel Gabriel Rafael Gonzaga. Un nombre tan largo acorde, supuestamente, a su nobleza.
En Brasil, tenemos además al futbolista Elano y su compañero Kaká; en otros países, la lista sigue: River, Boeing, Prefecto Trípode o Hastshetsup, registrados en Argentina; Espíritu Santo, Coito y Adolfo Hitler, en Ecuador; Mónica Galindo, Dolores Fuertes y Benito Camela, en España; Email Suárez, en Uruguay; Al Power, en Perú; Virus Margarita Hernández, Abundio Verdugo de Dios, y un larguísimo y divertido etcétera.