“¿Puedo entregar la tarea mañana, profe?”

“Chicos, ahora presenten sus trabajos prácticos”; ¿cuántas veces te dio pirî esta frase? Si en vez de vagar la tarde anterior, tan solo hubieses hecho tu deber... El “arte” de inventar excusas cuando no se realiza la tarea es una tradición juvenil de años, pues en todas las épocas algunos estudiantes crean ficciones no tan ingeniosas, pensando que todo es válido para salvar los puntos. Lo cierto es que los profes no creen en cuentos y eso de “entregar la tarea mañana” ya no es una opción.

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“Se fue la luz en mi casa justo cuando iba a imprimir” o “trabajé con mi compañero en su casa, le dejé mi tarea y justo él no vino hoy”, son ejemplos de los pretextos que desplegamos al llegar con las manos vacías a la clase. Pero si tan solo hubiésemos empleado el mismo esfuerzo mental con el que creamos esas historias en redactar el ensayo de veinte líneas que nos encargó el profe, no sería necesario mentir.

Cuando nos dan un trabajo práctico, pensamos: “Vyroreíko pea, en un ratito voy a hacer”, pero al llegar a casa aparecen las distracciones y tentaciones: los perros invitándote a la canchita de la esquina, tu socio que te llama para contarte que se acaba de comprar una play station 3 y la novia mensajeándote para decirte: “¿Dónde estás, mi vida? Te extraño”; por todo eso, finalmente, las horas pasan y aquel “vyrorei de tarea” se posterga indefinidamente.

Si estás sentado frente al profesor, no tenés más alternativa que rezar para que crea tu historia; en ese momento, todo depende de él; así como puede ser misericordioso y perdonarte, también es posible que se convierta en tu verdugo y “te baje el dedo”, para que pierdas esos 10 puntos del trabajo práctico que no entregaste –lo que al final del año te perjudicará–.

En el momento en el que nos encargan una tarea para el cole o facu, lo mejor que podemos hacer es comenzarla apenas lleguemos a casa. Luchemos contra todas las tentaciones que vienen de afuera; tratemos de aguantar un día sin vagar con los perros o ver a la novia, porque cuando termine el año, la recompensa serán tres meses enteros –de vacaciones– en los que podrás disfrutar de todas las actividades que dejaste de lado y más.

Por Rubén Montiel (19 años)

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