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Los primeros síntomas del enamoramiento son hablar mucho del “sujeto en cuestión”, sonreír de oreja a oreja mostrando los dientes hasta los molares cuando escuchás su nombre, de repente olvidás que hay gente a tu alrededor mientras disfrutás de la música y te delatás cantando estrofas de una canción romántica apasionadamente.
Otros síntomas son incitados por los amigos, que no pierden oportunidad para romperte la costilla codeándote cuando se acerca la persona especial, o en “tentarte” cuando alguien pronuncia el nombre de tu príncipe azul o top model, fingiendo tener una gigantesca bola de pelos en la garganta.
Cuando este ser se presenta, te miran con tanta pícardía que te hace querer enterrar tu cara tres metros bajo la tierra; no te llevan precisamente “tres metros sobre el cielo”, como sugiere una película romántica y empalagosa que está de moda.
Te puede ocurrir que estás tranquilamente sentado mirando la gente pasar y, por obra de magia, se abre el cielo con un haz de luz; comienzan a soplar fuertes vientos y aparece este individuo que te saca el aliento, te sentís como sumido en una boba película romántica, pensás dos minutos y sentís que sos el más tonto del mundo al ver por lo que estás pasando.
Cuando te encontrás de la peor forma, deseando que nadie en la tierra te vea, es justo entonces cuando se presenta y tenés ganas de esconderte en cualquier arbusto o que te trague la tierra.
Si respondés a estos síntomas, es mejor que aceptes la “enfermedad”, porque tarde o temprano lo harás, ya sea por cuenta propia o con la ayuda poco convencional de tus amigos.
Ayelén Díaz (16 años)