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Es indignante que un diputado se atreva a decir, en plena transmisión radial, que puede hacerle trabajar y cobrar un sueldo del Estado a su cuñada si se le antoja, y responder a los reclamos con un: “Si no te gusta, te aguantás”. Que un parlamentario llegue a ese nivel de caradurez es la prueba de lo poco que la gente se hace escuchar, ya que, como estos personajes no se sienten amenazados por nadie, hacen lo que quieren con nuestro dinero y sin ningún tipo de vergüenza.
Si por algo se ha destacado nuestro pueblo a lo largo de la historia es por su valentía y orgullo. Es por eso que parece contradictorio que la gente de este país reaccione tan poco ante la evidente corrupción de los políticos. Como dijo alguna vez Augusto Roa Bastos: “La apatía que existe tuvo que haber sido metida dentro de la población, es imposible que sea innata”.
Algunos señalan que la principal culpable de esto fue la dictadura stronista. En aquella época, atreverse a cuestionar, aunque sea en la forma más mínima al Gobierno, era prácticamente un suicidio o una condena a la tortura. Sin embargo, Stroessner no fue el primero en implementar este sistema de autoritarismo. La historia del Paraguay está llena de gobiernos represores, por lo que nos cuesta saber usar la libertad y la democracia de las que hoy gozamos.
Si queremos exigir nuestros derechos, primero es fundamental que sepamos cuáles son. Para eso, debemos interesarnos en conocerlos, y, una vez que los conozcamos tendremos clara la película sobre qué debemos realizar para evitar que cualquier político haga lo que le dé la gana con el poder que nosotros le concedimos. Si en la democracia el pueblo es la autoridad suprema, cuando los de arriba fallan, los de abajo deben tomar la palabra.
Por Rubén Montiel (19 años)