Aichenjáranga, qué pena que no me das pena

“¿Cómo andás?... Ha aikomi ape”. Típico que en las conversaciones que escuchás en el micro o por las calles, las personas se la pasen quejando de enfermedades, problemas, falta de dinero, etc., a veces no explícitamente, sino diciendo que les va bien con un tonito lastimero, esperando que un “aichenjáranga” las consuele. Es cierto, no todo está como se desea, pero presumir de los problemas no va hacer que se solucionen.

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Todos tienen inconvenientes, no se puede juzgar a un libro por su portada, así como a las personas por su imagen, alguien que sonríe todo el día y contagia alegría a los demás, seguramente, también tiene muchas dificultades en su vida. Pero no las cuenta a los cuatro vientos para que los demás vayan a darle consuelo.

Nadie dijo que lograr los objetivos será fácil. Que hayan obstáculos en el camino es lógico, no es nada nuevo, o que le pase solo a uno. Tampoco algo por lo cual sentirse aplastado o pisoteado por la vida. Cuando ves que hay muchas dificultades deberías pensar que “las batallas más duras son para los guerreros más fuertes”.

Es cierto que desahogarse con un amigo o con alguna persona de confianza a veces pasa a ser una necesidad, como cuando llegás al punto de que las emociones parecen desbordarse de tu ser y si no las exteriorizás terminarán volviéndote loco. Pero si comentás tus “penas” a los demás, solo con la intención de llamar la atención para que te consuelen y sientan pena, en realidad cumplís el objetivo de “dar pena”, pero no precisamente por los problemas, sino por tu actitud.

Tal vez crean que la gente podría admirar a quienes pasan por circunstancias difíciles, lo cual en muchos casos ocurre. Pero ¿no sería mejor sentirse valorado una vez que se superen todos los obstáculos?

Es mucho más admirable escuchar cómo alguien logró vencer todas las batallas que se le presentaron, cómo hizo que su vida se ordene luego de tanto luchar, eso vale mucho más que, simplemente, lamentarse sin hacer nada para solucionar los problemas. Preocuparse no cambia nada, ocuparse, sí.

Por Ayelén Díaz (17 años)

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