¡A la pucha, por qué lo que revisás mi celular!

Alguna vez un amigo o compañero te pidió tu celular y te puso la típica excusa: “Me voy a pasar una música” o “quiero buscar el número de Ana”, pero terminó husmeando entre tus cosas o, aún peor, te hizo pasar pelada porque envió mensajes desde tu línea a otras personas. ¿Cómo tomás esta situación?, ¿sos de los que se pichan o te sumás a la joda?

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Del “prestame na tu celu un rato” casi nadie se salva; la integridad de tu teléfono depende de a quién se lo confíes. Si tu amigo es un pesado último, lo primero que va a querer hacer es enviar “mensajitos” comprometedores a la persona que te gusta o llamar a gente desconocida gastando tu saldo, y vos ahí reñembotavy, que no te das cuenta mientras todos terminan riéndose de vos.

Pero si tu celular cae en manos del “curioso”, va a ser inevitable que tus sms, fotos o archivos privados pasen por un detenido proceso de análisis y observación. Otra “virtud” de este amigacho es que cuando tiene tu móvil, te actualiza el estado o tuitea cosas muy embarazosas, las cuales, por más que te apures en borrar, durante ese pequeño tiempo, tus contactos ya leyeron, comentaron o dieron “me gusta”.

Si prestaste tu teléfono a la más chismosa del planeta, ¡ndi! pobre de vos, va a divulgar por los medios existentes lo que Juan y vos mensajearon sobre una compañera, y si tenés imágenes de alguien que te gusta, no va a dudar en contarle a tu “amor platónico” que guardás en tu teléfono las pics que subió a su Facebook.

Teniendo esta clase de amistades hay que cuidarse; es divertido estar en compañía, escuchando músicas y pasando el rato con los móviles, pero no está de más prevenir situaciones incómodas.

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Si no querés que descubran tus fotos o conversaciones, va a ser mejor que los borres o guardes en un lugar seguro. Y si te fastidia estresarte por eso, no prestes tu cel a cualquiera ni lo dejes tirado por ahí; mirá que las malas intenciones están a tu alrededor y, aunque ni te imagines, un aparato “tan divertido” como el teléfono puede causarte muchos problemas.

Por Gabriela Vera (17 años)

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