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El wabi-sabi es descrito como una visión estética y forma de comprensión del mundo inspirada en el budismo, y basada en la belleza de la imperfección, la fugacidad y la no permanencia de la existencia, que podría sintetizarse como “nada dura, nada está completo y nada es perfecto”.
Este punto de vista estético y filosófico está presente en Japón, en objetos cotidianos, elementos arquitectónicos y diseños artísticos, de aspecto natural o rústico, que se caracterizan por su asimetría, aspereza o sencillez, y por estar, a veces, desgastados o agrietados. Se trata de un concepto que también puede aplicarse a nuestra forma de entender la vida y vivirla.
“Wabi-sabi es el concepto que busca la belleza dentro de las imperfecciones de la vida, y acepta pacíficamente el ciclo natural de crecimiento y decadencia de todo ser viviente u objeto. Es un tipo de estética japonesa que se podría resumir como sencillez y tranquilidad”, informan a Efe desde la escuela de idioma y espacio de difusión de la cultura japonesa espai wabi-sabi (www.espaiwabisabi.com).
La ilustradora Amaia Arrazola (www.amaiaarrazola.com) descubrió esta forma de entender y concebir la belleza y la vida, que ha dado una nueva perspectiva a su propia existencia, durante un viaje a Japón, para disfrutar de una beca para artistas, en el que fue tomando experiencias en forma de dibujos.
En este diario de viaje visual lleno de anécdotas, observaciones y asombros, que originó un libro titulado Wabi Sabi, Arrazola describe la cultura japonesa desde su gastronomía, tradiciones y creencias, hasta el urbanismo, el carácter de la gente, la soledad colectiva, la visión del sexo, las palabras peculiares y las artes.
Al ser wabi sabi la transcripción de una palabra japonesa, son válidas ambas formas de escribirla: con y sin guion entre ambas palabras, explican a Efe desde la Embajada de Japón en España.
“Wabi-sabi es un concepto japonés que hace referencia a la belleza de lo imperfecto, incompleto y mudable, de las cosas modestas y humildes, de las cosas no convencionales, y su filosofía consiste en disfrutar del presente, y encontrar la paz y armonía en la naturaleza y las pequeñas cosas”, señala.
Experiencias
Arrazola explica que su libro se llama Wabi Sabi porque se ha inspirado en esa palabra, al igual que en otro libro homónimo que escribió Leonard Koren en 1994, y es “imperfecto y no convencional como dicta esta corriente estética y filosófica”. Consultada sobre cómo vivió y experimentó el wabi-sabi japonés en la propia cuna de esta corriente y en primera persona, Arrazola señala que “encontrar que aquello que no es perfecto también es válido fue, para mí, un respiro enorme”.
“Acostumbrarse a tener que tener una ‘vida 10 puntos’ en la que todo tiene que salir bien, brillar y ser perfecto, y además tener que demostrar a los demás (¡gracias, redes sociales!) lo bien que te va, lo feliz que eres, los perfectos 30 años que tienes, es una angustia, una especie de cárcel”, explica Arrazola.
Por eso, “encontrarme con la estética del wabi-sabi, caracterizada por el amor a la grieta, a lo usado, al objeto lamido por el tiempo como si fuera una cerámica usada, me enamoró”, señala.
“En general, todo el viaje fue una experiencia wabi-sabi: no fue perfecto, no todo fueron risas y felicidad. Me enfrenté a Matsudo, una ciudad muy grande, poblada de gente, absolutamente desconocida para mí”, explica.
Arrazola señala que de su experiencia no cambiaría ni un solo segundo de cualquier sentimiento de angustia o soledad que pudo tener, ya que “esos miedos forman parte de quien soy a día de hoy”.
“Una experiencia wabi-sabi fue una noche que salí a beber unas cervezas y me arriesgué a tomar el último metro”, relata. “La marea humana que me encontré en Shinjuku no tenía nombre. Centenares de personas intentando entrar en metros que ya estaban abarrotados. Fue de todo, menos un momento perfecto”, recuerda.
Arrazola entiende la experiencia wabi-sabi como el disfrute de pequeñas cosas y detalles. “Disfrutar todos los días de mi desayuno: los cereales que en Japón me sabían diferente, en una taza que me costó 100 yenes y me parecía lo más japonés del mundo. ¡Era mi mañana wabi-sabi, una extraña mezcla de soledad y libertad. Me hacía feliz!”, enfatiza.
Bella imperfección
Consultada sobre qué efectos positivos en nuestro bienestar conlleva aplicar esta forma de pensar, la ilustradora comenta: “Si todos tuviéramos más en cuenta cosas como el vivir ahora, o el ir más tranquilamente por la vida, seríamos más felices y dormiríamos menos angustiados”.
“Me di cuenta en un momento de mi vida que casi no saboreaba los alimentos, porque comía a toda prisa. Hay que parar y saber usar los cinco sentidos, que para algo los tenemos. Aprender a respirar y ser más conscientes”, aconseja. Basándose en su breve pero intensa experiencia, Arrazola señala –sin ánimo de incursionar en el terreno del asesoramiento psicológico profesional– que podemos aplicar esta filosofía en nuestra vida cotidiana, “comenzando por aspectos muy sencillos que, sin embargo, pueden tener un gran impacto en nuestro bienestar”.
Consejos
• ¡Párese a sentir! “Usar los cinco sentidos que tenemos y detenerse a pensar ¿qué sonidos escuchamos?, ¿a qué sabe la comida que comemos?, ¿a qué huele?, pueden parecer poca cosa, pero nos hace sentir más conscientes de dónde estamos y de quiénes somos”, señala.
• ¡Respire con atención! “Aprender a introducir el aire por la boca, que llegue al estómago, espirar, sentir que el oxígeno llegue a todo tu cuerpo… Si el oxígeno llega, no nos ponemos nerviosos, no perdemos el control, somos dueños de nosotros mismos y no tenemos miedo a los ataques de ansiedad”, apunta.
• ¡Vea el lado positivo! “Esto puede sonar hippie, pero hay que intentar enfocarse en las facetas positivas de las cosas, no caer en victimismos ni perder de vista la idea que vida hay una y es mejor disfrutarla. Además, rodearse de gente que nos quiera y valore hará que nosotros también valoremos lo que tenemos”, finaliza Arrazola.
EFE