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Organizada familiarmente, después de titularse comenzó a trabajar en la empresa de construcción y restauración arquitectónica de su padre. La arquitecta restauradora ejerció también como asesora, docente y curadora artística. En el 2007 cursó en Italia el máster de apreciación del patrimonio arquitectónico y el medioambiente; oportunidad en la que conoció a los colegas paraguayos. En el 2008 vino por primera vez y de vacaciones al Paraguay. Este año, Lucía retornó específicamente a Asunción, contratada por la empresa que ganó la licitación del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) para llevar a cabo la restauración del Panteón Nacional de los Héroes.
¿Qué despertó en vos la vocación por la restauración?
Surgió en la universidad. Más que la historia de la arquitectura, me atraía el estudio de la historia del arte, la vieja arquitectura, y –como era vieja– cuidarla fue una inspiración que me nació espontáneamente.
En Italia, la competencia es grande.
Sí, hay muchos. El título de restaurador se consigue en el Instituto Nazionale di Restauro (ISCR) y el Opificio delle Pietre Dure. Pero estos estudiantes son artistas; pueden restaurar pinturas, madera, piedra, pero no los bienes arquitectónicos. En Italia, solo los arquitectos restauradores pueden restaurar los monumentos.
Llegaste al Paraguay por tus amigas paraguayas.
Sí, fui muy afortunada en conocerlas en el máster. Yo trabajé mucho en mi tierra, restaurando. Siempre nos escribíamos y enviábamos fotos de trabajos; por eso me recomendaron. Dos de ellas trabajan en el MOPC.
¿Trabajás en tu región, te contrata el Estado?
Sí, hasta ahora en mi región. Son casas privadas y las paga el dueño, no el Estado, que sí las reconoce. Son casas muy antiguas conocidas por los ciudadanos como museos, castillos. En el caso de una que yo estaba restaurando, la municipalidad la alquiló para hacer muestras y por 10 años tuvimos actividades culturales en ese lugar.
¿Cuál es tu visión a la hora de restaurar?
Mi mirada es conservar, no cambiar nada, valorizar lo que es. De hecho, el restaurador no puede cambiar, salvo que haya riesgo de colapso. Si vamos a perder una moldura, el perfil de un elemento arquitectónico o decorativo, seguro no la perdemos solo para que quede antigua y original. Se hace una intervención para cuidarla; se reemplaza la parte que está muy disgregada, que no se puede solucionar de otra manera; se hace nuevamente respetando la idea. Se puede hacer con materiales muy parecidos. Yo puedo reproducir una moldura con mis propias manos; realizo el negativo sobre la moldura con un material silicónico.
Hablame del Panteón de los Héroes.
Lo conocí en el 2008, porque mi amiga proyectista estaba trabajando ahí. Antes había visto fotos, pero en vivo es otra cosa y ya sabía los problemas que tenía.
¿Cuáles son?
Ya los solucionamos. Tenía un riesgo de colapso de la cúpula. Se notaban fisuras verticales dentro de ella y una fisura horizontal por fuera. Las verticales las notaron en el 2010, tenían milímetros y el año pasado se dieron cuenta de que pasaron a ser centímetros.
¿Por qué pasó eso?
Porque hay un sedimento diferencial del terreno, hay un arroyo que pasa cerca. La tipología de la tierra que está al lado del Panteón es muy sedimentaria. Entonces, con el arroyo, el peso y el tipo de tierra, la construcción se iba moviendo, como la Torre de Pisa. No se movía la base del Panteón, sino la cúpula.
¿Cómo resolvieron el problema de las fisuras?
Con una tecnología antigua, del año 1600, 1700, pero con materiales modernos. La dinámica estática de la cúpula es la misma que usaban los antiguos romanos cuando comenzaron a construirla. Los movimientos se paran colocando anillos en la base, en el tercer medio y otro casi donde termina la cúpula. En el pasado se estilaba usar un anillo de hierro, pero hoy lo hacemos con fibra de carbono, que es como un tejido, una red sutil de vidrio; este vidrio sería como los huesos de nuestro cuerpo. Así intervinimos: quitamos el revoque hasta el ladrillo y colocamos esta fibra en las tres partes de la cúpula. Después, en los ocho nervios de la cúpula también pusimos la fibra de carbono, para que los anillos queden conectados. La intervención por fuera fue diferente, pero con la misma lógica, y logramos un comportamiento bidireccional de la red que absorbe los movimientos horizontales y verticales.
Sortearon la inestabilidad climática.
Tuvimos que parar la obra porque no se puede trabajar con mal tiempo, pero por suerte elegimos los días perfectos para colocar la fibra, la cual sufre el sol, pero no la lluvia.
Tomaste la jefatura de la restauración. ¿Cómo te sentiste?
Trabajé muy bien con todos. Traje dos obreros especialistas de Italia y otros tres de acá que no conocían la fibra de carbono, pero hicimos un curso. La empresa nos dio mucha confianza y máxima disponibilidad: selección de personal, materiales y procedimientos. También excelente relación con los ministros y demás arquitectos e ingenieras.
Las obras en construcción siguen siendo terreno de hombres.
En todo campo laboral hay “lobos”. A veces es por machismo; otras, por tener una mirada distinta, pero por suerte cada vez son más pocos.
¿Qué aprendiste de este trabajo específico?
Me encantó poder conocer la historia del Panteón, que se quedó 80 años sin revoque. Se terminó de construir en 1936, pero por disidencias y problemas sociales y políticos siempre se iba postergando. Eso se nota cada vez que sacamos el revoque.
¿Quedan problemas?
Sí, las tejas muy viejas; se hacen polvo al tocarlas.
¿Qué consejo nos dejás como restauradora?
Para amar un monumento, la base fundamental es tener memoria histórica. Solo así se lo reconoce y cuida.
Lucía reafirma su pasión como restauradora y asegura que su labor es comprometida e incorruptible. Nos deja hasta su regreso en febrero o marzo. “La pasé muy bien. Me voy enamorada de esta tierra, su historia y su gente”.
Lucía Rosa Marino
La arquitecta italiana fue contratada para trabajar en la restauración de la cúpula del Panteón Nacional de los Héroes. En estos meses de ardua labor en equipo quedó encantada –dice– con la historia cultural del Paraguay.
Impresionada
“Yo soy tradicional y aquí encontré un pensamiento más moderno, más abierto de lo que esperaba. Mi principio fundamental es no matar a nadie, sino amar a la familia, orar, respetar otras miradas. Por eso me gusta viajar y conocer nuevas culturas; observar, pero no juzgar”, dice Lucía. Agrega que la enoja cuando los paraguayos dicen: “Somos Tercer Mundo”. “¿Por qué?”, se pregunta y sostiene: “¡Tienen mucho para sentirse orgullosos!”. La italiana adora la comida nativa y solo le faltó probar el vori vori. Aprendió a tomar tereré (“¡mamma mía, qué rico!”) y se lleva guampa, termo y bombilla. No sufrió la hora paraguaya; la entiende como “una manera de disfrutar el tiempo sin matarse de ansia. Cuando sea el momento, se hará”. Conoció algunos lugares del interior, pero le queda la deuda –y promete cumplir– de aprender a hablar guaraní.
lperalta@abc.com.py
Fotos Diego Peralbo, Fernando Romero