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Representó personajes en recordadas películas, como Sansón y Dalila (1949), Éxtasis (1933) o Argel (1938), cautivando con su encantadora belleza, pero su atractivo no se limitó al cine, sino que se extendió a la ciencia. Hedy Lamarr falleció el 19 de enero de 2000 y, a 15 años de su muerte, su legado sigue vivo.
Extremadamente inteligente, provocadora y sensual como ella sola, sus participaciones cinematográficas en el Hollywood dorado de los años 40 la catapultaron a la fama. Sin embargo, su vida no fue sencilla y recoge todos los ingredientes de una gran ficción.
Hedwig Eva Maria Kiesler nació en el antiguo Imperio austrohúngaro, en el seno de una familia judía. Sobresaliente desde pequeña, fue tenida como superdotada por sus maestros. En su adolescencia, estudió Ingeniería, pero el arte fluía en su sangre (su padre era pianista) y pronto incursionó en el teatro berlinés. Su notoriedad fue inmediata y mundialmente conocida tras una secuencia en el filme Éxtasis (1937), en la que aparece completamente desnuda. Esos 10 min en pantalla le valieron no solo la fama, sino que también la convirtieron en la primera mujer en protagonizar un desnudo en la historia del cine.
Sin embargo, su deslumbrante belleza y veloz renombre también signaron el advenimiento de tiempos dolorosos. El magnate armamentista Friedrich Mandl arregló con los padres de Hedy un matrimonio de conveniencia contra su voluntad, que la sumió en una auténtica esclavitud. Mandl había comprado a Hedy y la tuvo encerrada bajo su estricta vigilancia, cual objeto de su propiedad. Se vio obligada a alejarse del cine, pero sus largas horas de soledad la acercaron nuevamente a la ingeniería. Hedy no dudó en aprovechar las amistades de su marido –supuesto proveedor de municiones, aviones de combate y sistemas de control de Adolf Hitler y Benito Mussolini– para enterarse de los pormenores de la tecnología armamentística de la época. Luego, cedió esos conocimientos y un invento revolucionario en telecomunicaciones a los Estados Unidos, hecho que, pese al secreto gubernamental, auspició el cambio de curso de los acontecimientos.
Renace en Hollywood
Durante su “esclavitud” mantuvo una relación sentimental con su asistenta, quien más tarde la ayudó a huir de Francia. Abandonó París y arribó a Londres, donde conoció a Louis B. Mayer, de la Metro Goldwyn Mayer. Con la idea fija de volver a las pantallas, vendió cuanto poseía y se embarcó hacia los Estados Unidos con Mayer, a quien convenció de que la contratara como actriz. Pisar tierra firme significó dejar atrás el pasado, con la gracia de un contrato de siete años y un nuevo nombre: Hedy Lamarr. Hasta entonces, había trabajado en cuatro películas alemanas, pese a lo cual rápidamente resaltó en Hollywood. A lo largo de su carrera, filmó una treintena de largometrajes. Pero su existencia no giró únicamente en torno a las cámaras. Un invento suyo, posteriormente patentado por ella y el pianista George Antheil, en 1940, hizo posible la transmisión de señales secretas de imposible interferencia, convirtiéndola en la precursora del GPS y el wifi.
Texto nadia.cano@abc.com.py