Esencia antropológica

El sociólogo y filósofo francés Jean Baudrillard expresó: “Así como se dice que una cosa dura porque su existencia es inadecuada a su esencia, hay que decir que lo femenino seduce porque nunca está donde se piensa”.

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Con similitudes, el descollante desempeño artístico de Raquel Martínez (38) cautiva y sienta precedentes en el arte nacional, mientras atraviesa uno de sus mejores momentos, tras la emocionante interpretación de una indígena aché, en el unipersonal Damiana: Una historia silenciada, dirigido por Wal Mayans. Estudió en la Escuela Municipal de Arte Dramático Roque Centurión Miranda, del Instituto Municipal de Arte (IMA), de la Comuna asuncena. Posteriormente, se apartó del ámbito y optó por la carrera de Comunicación visual. Gracias al mencionado director, retomó la actuación hace 15 años, sumándose a la compañía Hara Teatro desde su fundación. En este elenco intensificó el trabajo del laboratorio, en el cual el actor-bailarín entrena su cuerpo, voz e imaginario a través de ejercicios rigurosos, bagaje que le sirvió para su última obra.

Representó al país en varios festivales internacionales, como el Festival Laboratorio Intercultural de Práctica Teatral (FLIPT), en Fara Sabina, Italia. En más de una ocasión lo hizo en el teatro José de Alencar, en Fortaleza, Brasil, y en el Salón Rojo, de Shangái, China.

¿Cómo percibís el uso de recursos o historias con abordaje cultural paraguayo en el teatro?

No por ser un tema folclórico debe carecer de contemporaneidad. Ese es un cuestionamiento planteado en Damiana. Con mucho respeto tratamos de franquear la belleza de ellos y nuestro cotidiano, sin caer en el cliché de lo que creemos indígena. Eso es insondable para nosotros. En nuestras puestas, lo esencial es arrimarnos a una narrativa poética, de imágenes corporales, la voz, incorporando al público en la escena.

¿Cuál es el mayor desafío de un unipersonal?

La soledad, en el antes y el después. Fue muy duro, aunque lo disfruté llorando en todas las etapas; también difícil, por ser el primero que encaraba. Era el momento de cuestionar mis aprendizajes y un reto autoimpuesto.

¿Cómo afrontás la preparación de un personaje con tantos matices como el de Damiana? ¿Cuánto tiempo dedicás a investigación previa?

El laboratorio es mi escuela. En parte, estos 15 años fueron la preparación para presentar esta obra. Tan cercana al público, ¿cuál es la dinámica en la interpretación? Es real, intensa, palpitante. Podemos respirar en sincronía. Hay una fuerza, un vínculo íntimo y verdadero.

¿Participás del montaje? Wal me cedió la oportunidad de plantear mis músicas y la visualización de varias escenas. Algunos textos son míos también.

¿Cuál es tu rutina previa de entrenamiento para realizar movimientos tan bruscos y un manejo adecuado de la voz?

En las exigencias de un trabajo de laboratorio, de sala, el actor debe comprometerse a asumir el riesgo. Primero, el de la voluntad y, luego, el de la soledad. Hay que pelear mucho tiempo hasta que aprendas a ejecutar un instrumento, dolernos un poco con acrobacia, vocalizar y entrenar el cuerpo todos los días, aunque no tengas algún espectáculo, para entenderlo de a poco e integrar otras necesidades fundamentales, como la labor creativa y el pensamiento mágico.

¿A qué medios históricos, literarios o de otro tipo apelaste para adentrarte en el modo de ser de una aborigen perteneciente a una etnia colmada de aristas culturales?

Al principio, el proyecto se llamaba Kurusu kuña. El objetivo era crear una obra sobre la construcción de la identidad de la mujer paraguaya, en todas las etapas históricas: la indígena en la invasión y colonización, durante las dos guerras, la dictadura; y la actual, en la que incluí a mi madre. Afiligranar esto suponía más tiempo de investigación. El tema se volvió muy complejo. Fue justo, entonces, cuando se nos presentó la historia de Krygi (Damiana). Paulatinamente encontré en su vida a todas estas otras mujeres. Sabíamos que contábamos con poquísimos datos; aun así, iniciamos esta segunda fase. Empecé a delinear su figura en la narración y el personaje. Debía representarla no solo con acciones físicas, sino desde un lugar más humano y real, dándole la posibilidad de formularse preguntas sobre su condición de mujer, sobre lo que recuerda de su mundo, de enamorarse, cantar, volver a mirar todo aquello, y quizás ya no con la mirada de una indígena y una niña, sino con la de un ser humano que interpela a su sociedad. Desde la obra, me planteo eso ya no como actriz, sino como mujer, ser humano, que intenta empatizar con una historia de vida trágica.

¿Qué te deja esta experiencia?

Damiana me regaló tantos abrazos. Es como sentir un “gracias” de su parte desde el público.

Reforcé mi pasión por el arte, la búsqueda, las interrogantes, mejorar como persona y colaborar desde donde me toca con el teatro de la periferia, esfera en la que compartimos nuestro aporte a un país que necesita reír y maravillarse más; la belleza también es un derecho.

Raquel nos regaló y nos hizo parte de varios aspectos de su quehacer actoral, conmoviendo y enmudeciendo a todo aquel que haya cursado esta travesía. Sus proyectos “son ventanas… las prefiero de colores y que se abran hacia el mar, hacia el horizonte de la tierra sin mal”, concluye, dejando en claro que tendremos arte y belleza durante mucho tiempo.

Teatro antropológico

La compañía Hara Teatro se caracteriza por el abordaje de temas que distinguen las facetas del ser humano. Desde las diversas formas de representación cultural que tenemos, busca identificar esa raíz primigenia que nos hace comunes entre todos. Lleva ejecutados más de 20 proyectos, los cuales son el fruto de exhaustivas investigaciones y trabajos de laboratorio. Además de Damiana: Una historia silenciada, en lo que va del año, subió a escena Nostalgia, con referencias a la vida de Josefina Plá.

La integran cerca de 20 artistas, entre actores, bailarines y músicos. En octubre comenzará una gira internacional, llevando Damiana, obra realizada con el apoyo del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondec), a varias ciudades de la región.

Raquel Martínez

La depurada y profunda labor interpretativa, a raíz de una delicada formación e investigación, derivaron en el tributo entregado por esta perspicaz actriz en su primer unipersonal, penetrando en el espectador del teatro alternativo.

carlos.canete@abc.com.py

Maquilló: Julieta Megna

Peinó: Carlos Barrios, ambos para Dino Haute Coiffure

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