El arte de la distancia

Acostumbrados a asociar la comunicación solo a lo verbal, existe, sin embargo, todo un mundo rico de interrelación entre las personas. Cuando nos situamos a determinada distancia de alguien, también estamos comunicando algo muy concreto.

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“Vos acá y yo allá”; ¿quién no lo ha dicho o pensado? Se denomina proxémica a la disciplina estudiada por la comunicación no verbal; fue creada en 1968 por el antropólogo estadounidense Edward Hall, y trata sobre la distancia física y medible que mantenemos entre las personas, de acuerdo a nuestra intención y percepción. Su origen está relacionado a la etología (psicología animal). Hall aplicó un modelo que etólogos habían diseñado para el mundo animal a las sociedades humanas.

Cuando nos situamos o se sitúan cerca o lejos de nosotros, podemos sentirnos tanto a gusto o a salvo como abandonados, invadidos o rechazados. Durante una conversación, el grado de comodidad es importante; si nos sentimos violentos, tendemos a retroceder.

La proxémica distingue cuatro tipos de distancia:

• Espacio íntimo: entre 15 y 45 cm. Distancia brevísima que da luz verde a la expresión cariñosa, a los mensajes en voz baja. Es frecuente en el amor de pareja y también con los hijos pequeños.

• Espacio personal: entre 46 y 120 cm. Propio de los amigos y compañeros de trabajo, y podemos medirlo fácilmente estirando el brazo.

• Espacio social: entre 120 y 360 cm. Esta distancia es la que ponemos normalmente ante extraños o conocidos, con quienes no tenemos casi ningún tipo de vínculo.

• Espacio público: más de 360 cm. Empleada para escuchar o dar discursos frente a un grupo de personas.

Cuando nos ubicamos a determinada distancia, estamos comunicando: “Te permito”, “te confío” o “te prohíbo”, “no te temo, pero no te conozco”, etcétera. Cuando alguien invade nuestro espacio físico, suenan nuestras alarmas, se dispara la secreción de adrenalina, aumentan el pulso y la sudoración, además de cambiar nuestro comportamiento.

La información proxémica sirve para marcar terreno, evitar conflictos o interpretaciones erróneas y, también, hacer conocer nuestra personalidad.

Existen sencillos test diarios mediante los cuales podemos saber más del manejo proxémico: en un colectivo, consultorio, aeropuerto, estadio, ¿por qué elegimos distanciarnos de un extraño y de otro no?, ¿qué señales ajenas nos brindan confianza? Tener a punto nuestro “semáforo interior” es una protección natural ante el peligro.

Además, todos estos datos nos servirán en momentos decisivos e importantes, por ejemplo, en una entrevista laboral. Una persona con intenciones profesionales jamás se sentará (o nos hará sentar) a menos de 2 m de nosotros, como si fuéramos a tratar un asunto íntimo. En asuntos sentimentales, si el sujeto de nuestro afecto se aleja físicamente, mayormente significa que no hay reciprocidad.

Entre hombres y mujeres, ellas suelen tolerar más las distancias cortas con otra mujer, no así con un hombre, pues le dan una connotación sexual.

La proxémica, aunque es subestimada con frecuencia, se considera una habilidad interpersonal en las relaciones sociales.

Cuestión cultural

No debemos olvidar que la cultura, la educación familiar y el carácter de cada uno tienen mucho peso a la hora de guardar las distancias. Un mal manejo puede ocasionar incomodidad o violencia. En ciertos países es preferible saludar dando la mano y no con besos o abrazos. En nuestra cultura latina se estigmatiza como “frías y antipáticas” a las personas que imponen distancia física. De todas maneras, al viajar, lo mejor es no olvidar empacar el refrán: “A donde fueres, haz lo que vieres”.

lperalta@abc.com.py

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